martes, 25 de noviembre de 2008

Viernes 3am

La fiebre de un sábado azul
y un domingo sin tristezas.
Esquivas a tu corazón
y destrozas tu cabeza,
y en tu voz, sólo un pálido adios
y el reloj en tu puño marcó las tres.
El sueño de un sol y de un mar
y una vida peligrosa
cambiando lo amargo por miel
y la gris ciudad por rosas
te hace bien, tanto como hace mal
te hace odiar, tanto como querer y más.
Cambiaste de tiempo y de amor
y de música y de ideas
Cambiaste de sexo y de Dios
de color y de fronteras
pero en sí, nada más cambiarás
y un sensual abandono vendrá y el fin.
Y llevas el caño a tu sien
apretando bien las muelas
y cierras los ojos y ves
todo el mar en primavera
bang, bang, bang
hojas muertas que caen,
siempre igual,
los que no pueden más
se van.

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Pensando que todo de un momento para otro se va a arreglar, tratando de ver la forma de seguir adelante. Todo se llena de dudas, de preguntas, de respuestas que no llegan a satisfacernos.

Cambiar? Cambiaste. Trataste de disimular lo que te faltaba consiguiendo otras cosas que no podían llenarte. Y sin embargo los huecos se hacían cada vez más grandes. Enormes. Te asfixiaban. Trataste de pensar diferente. Trataste de creer en lo que nunca creiste. Y como siempre, lo forzado no funciona, y lo que es peor, termina viniendo en tu contra con el doble de fuerza. Esos huecos habían crecido. Habías intentado ser vos y no había funcionado. Habías intentado ser otra persona y tampoco había funcionado.

Quizás este tiempo no era tu tiempo. Pero no dudaste en intentar viajar a otro momento. Estabas incómodo.

Tu cuerpo no aguantó más.

Chau.