viernes, 17 de julio de 2015

Tercer Manifiesto del Abismo

LA MUERTE DEL ABISMO

Como bien sabemos, hemos estudiado y aprehendido, todo tiene un final. Todo en este universo, tiene fecha de caducidad, y el abismo, claro, no es una excepción. Aunque por su egocentrismo puede llegar a creerse inmortal, el abismo bien sabe que sus días están contados, como marcas en una pared, o como pétalos de un rubí.

Es así, entonces, que el abismo se funde en sí mismo, implosiona, haciéndose cada vez más chico, desarmando su supernova, volviendo inversa la gravedad, rebobinándose. Por él transitan las venas, los colores, las infusiones de sangre hervida que él mismo había generado, acortándose, desencintándose, helándose.

Vuelto una canica, se estanca, mira a su alrededor y prepara su muerte, aún creyéndose inmortal, como hasta hace pocos instantes, antes que todo comenzara.

Al inmolarse, corren por el espacio la luz y el sonido, alentándose, alcanzándose, relampagueando y extinguiéndose, junto con todo alrededor.

LA NADA

Una vez extinto, todo no existe. La luz se tragó todos los colores, y al desaparecer, escaparon con ellos todo lo recordable, lo existente.

No quedan ni pequeñas partículas, ni luces, ni ondas.

El fin. Gracias por todo.

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EL NACIMIENTO DEL ABISMO

Como bien sabemos, la existencia es cíclica. Pero, ¿cómo podría formarse algo a partir de nada? Este, uno de los hechos de más intriga milenaria de la humanidad, tiene su explicación en base al egocentrismo mencionado en La Muerte. Es tanta la energía emanada por su no-existencia, y tanta su furia por no ser parte del universo, que vuelve a crearse desde cero a sí mismo, en una explosión magnífica, repleta de colores, de árboles, de soles, de radiación y de mitologías.

Es así como el abismo siempre existe, incluso cuando él mismo decide dejar de existir, manipulando su materialidad en el universo, imposibilitando su no-ser por pura necedad, irritándose frente a su propio vacío, proclamándose a sí mismo, inmortal.

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