miércoles, 24 de junio de 2015

CongelaDedos

Sabemos que el frío es un enemigo despiadado, y no tiene perdón ni clemencia ante nuestros suplicios. Es así, tan macabro su actuar, que no le basta con hacer que nos abriguemos con diesicéis capas de tapados de lana, tres remeras y ocho pares de medias de las que tapan hasta las rodillas, sino que ataca directamente a nuestra humanidad, a nuestra capacidad de actuar. Se mete con nuestro talón de Aquiles, que a pesar de ser metafóricamente un talón, está en las manos: Se mete con los dedos.

Sí. Aquellas pequeñas extremidades articuladas de la mano, son los blancos más fáciles del frío, que suele actuar haciéndoles bulling y casi petrificándolos, incrementando exponencialmente nuestra incompetencia.

Es así que durante los días frío enviamos mensajes de texto como "th epsoeor a las deiz en la puerya" sin estar ebrios, intentando mientras, que no se nos caiga el celular, porque podemos mover la mano tan lentamente que no alcanzaríamos a atraparlo. Esta lentitud se da también cuando queremos realizar casi cualquier actividad, desde una simple como abrir un picaporte (que si es de metal nos va a dar un poco más de frío horrible) hasta algo complejo como tocar la guitarra, donde nuestro cerebro envía información a los dedos para que se muevan en determinado orden, y los dedos le dicen "Loco, ¿qué carajo te pasa?, ¿no ves que no damos a basto con el personal?" y llaman al sindicato y se pudre todo.

Nunca vamos a poder entender por qué la mano más fría siempre es la del mouse, así le pongamos onda y la movamos, tratemos de hacerla entrar en calor, infructuosamente, claro, provocando así una escasa productividad en horas laborales, o casi nulas ganas de usar la computadora para hacer trabajos prácticos o estudiar.

Eso sí, está comprobado que para chatear con diez personas a la vez por Facebook, subir fotos a Instagram, o postear cosas que odiamos en Twitter, la mano sube la temperatura y se mueve siempre lo más bien, así que debe ser el trabajo que nos enfría los deditos!

ANEXO:

Ni hablemos de los dedos de los pies, que se congelan aún peor, pero no los sentimos, flotando en un sufrimiento silencioso hasta que de alguna forma, algún mueble, una silla, el perro o cualquier elemento contundente impacta de forma brutal e inesperada con ellos y sentimos ese dolor lento, frío y cálido a la vez, retorciéndonos en el piso, enumerando todos los insultos que sabemos y llorando como infelices, quedándonos sin poder caminar por unos cuántos segundos.