martes, 29 de enero de 2013

Parásito

http://www.facebook.com/lamireyamemira

Debía darle de comer desde adentro para mantener su propia vida. Era una relación simbiótica tan delicada que un leve error de cálculos los mataría a ambos. El parásito debía alimentar a quien lo mantenía, utilizando para esto pedazos pequeños de su cuerpo, que le iba arrancando cada tanto.

De esta manera, hacía que el anfitrión se mantenga con vida, pero a la vez lo iba matando, aunque más lentamente que la enfermedad que lo debilitaba. El parásito sabía que cuando su anfitrión muriera, él también lo haría, ya que no tendría forma de mantenerse.

Lo que ignoraba, es que el cuerpo que lo incluía lo estaba usando, ya que necesitaba que el parásito le diera de comer para mantenerse con vida, mientras que él alimentaba de la misma forma a su propio anfitrión, del quien él era el parásito.


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Este texto fue basado en la ilustración que vemos convenientemente a la derecha del texto que fue basado en dicha ilustración, basada en dicho texto.

Dicho esto, vale aclarar, también convenientemente, que dicha imagen (que, aclaro, acompaña el presente texto) fue creada por la autora de la imagen que acompaña al texto que se basa en la imagen. Dicha autora, la de la imagen, es La Mireya Me Mira, y pueden mirarla ustedes también en el siguiente link:
http://www.facebook.com/lamireyamemira

Recordemos entonces, que el link pertenece a La Mireya Me Mira, autora de la imagen que está a la derecha del texto basado en la imagen de la derecha. 

Visítenla que es más genia que todo.

Abrazos y odios!
Pabablds
Vicepresidente Junior

jueves, 24 de enero de 2013

Nota Editorial #10

Queridos amiguitos abismales:

Hace mucho no me dirijo personalmente a ustedes, y hoy lo hago para darle la bienvenida al Año, porque soy un hipster frustrado, y me cabe darle la bienvenida al año a los veintipico días de haber comenzado.

El año pasado nos dejó un sabor amargo, como de morder un rabanito, pero los rabanitos me gustan, así que podemos considerar eso como un comentario positivo. El abismo se expandió, e impregnó de letras algunos diarios y revistas, que se vieron amables en compartir algunos de los textos en sus páginas.

Hace poco, nació el nuevo integrante de la familia abismal (que por cierto hace mucho no comento por acá), que sería el quintillizo "Mirame" (apto para voyeuristas).



Para conseguir la colección completa y algunas postales y cosas copadas, deben enviar un correo a info@paradoenelabismo.com.ar con sus datos (nombre, dirección, ciudad y código postal) y en unas dos semanas los tendrán en sus manos. ¡Y todo es gratis!

También, pueden agregar al facebook (http://www.facebook.com/paradoenelabismo) y enterarse de las novedades abismales, o bien hacer el pedido por mensaje privado, o quizás, sólo para charlar un rato y que tenga más amigos para odiar.

Espero que este año esté lleno de promesas liberadoras, de odios contagiosos y de viejas con paraguas.

¡No se olviden de odiar a las viejas con paraguas!

Gracias por los mensajes, las puteadas y la alegría que recibo a diario. ¡Los odio a todos!

Saludos cordiales,

Pebablds
Vicepresidente Junior

miércoles, 23 de enero de 2013

El de Atrás


Bueno, es como le digo... voy caminando por la calle, y siento que me siguen. De reojo puedo ver a alguien a mis espaldas, pero al darme vuelta no hay nadie. Sigo caminando, pensando que fue una sensación extraña, y al girar levemente la cabeza, vuelvo a ver una silueta. Nuevamente, al girar completamente la calle está desierta.

Estoy seguro que alguien anda siempre atrás mío. El otro día, estaba viendo el partido en el sillón, y sentía el sonido de una respiración a mis espaldas. Era extraño, porque sólo estaba el respaldo y la pared, no había espacio, pero de nuevo estaba seguro que había alguien ahí. Me paré, di vueltas al sillón, saqué los almohadones, levanté la alfombra, pero no vi nada. Lo extraño fue que cuando caminaba, sentía que seguía atrás mío. Pero trataba de mirar adelante.

Es como si tuviera alguien, que aún no puedo determinar si es amigo o enemigo, que todo el tiempo está siguiéndome, para cuidarme o para hacerme daño. No tengo intimidad, me siento desnudo en todo momento, un cosquilleo infinito en el estómago, a veces me dan arcadas, pero no llego a vomitar por vergüenza  Si ese que me sigue quiere hacerme mal, no quiero que me encuentre débil. Me mantengo fuerte en todo momento, o por lo menos eso trato de hacer notar.

Lo que noto es que el que me sigue tampoco duerme. Se queda de pie mientras yo trato de descansar, observándome. Es como si tomara nota de mis respiros, de mis bostezos, de mis movimientos inconscientes. Debe estar haciendo un mapa de mis fortalezas y debilidades, y estoy seguro que en algún momento lo va a usar, y mi intuición dice que no va a ser a mi favor.

Ese que me sigue, que intuyo que es un hombre, pero aún no puedo afirmarlo con certeza, es muy veloz. He tratado de perderlo por ejemplo, metiéndome en un baño y cerrando la puerta con violencia apenas entro, pero es inútil, sigue ahí. A veces, cuando lo siento muy cerca mientras camino, giro de golpe y a veces hasta de un salto, pero parece que sabe anticipadamente mis movimientos, ya que al darme vuelta él sigue estando atrás mío, como si se moviera a mis espaldas al mismo tiempo que mi cuerpo dio el giro.

Siempre siento que me siguen, en todo momento. De hecho, ahora mismo se que alguien está a unos treinta centímetros del diván, y que seguro usted puede verlo, porque está de pie. Es obvio que no me va a decir que lo está viendo, porque el loco soy yo, y supuestamente sólo los locos podemos verlo. Pero me juego a que usted en este momento está tratando de ignorarlo tanto como yo.

Porque usted sabe como es esto... todos sentimos todo el tiempo que hay alguien atrás nuestro, pero sólo los que lo decimos estamos locos.

miércoles, 16 de enero de 2013

La Barrera del Sonido


Salió del trabajo tarde, para variar, y fue directo a la parada del colectivo. Era de noche, y las luces se tambaleaban por el viento que las acunaba, haciendo bailar las sombras de los carteles apagados de los negocios.

En la parada, estaba ella, con sus eternos auriculares. Él nunca había podido averiguar su nombre, su edad, ni había podido entablar una conversación. Era muy tímido, pero algo dentro suyo le hacía sentir que era la mujer de su vida. Ya le gustaba físicamente, pero por sus gestos y sus muecas, podía lanzarse a adivinar que también iba a gustarle su costado emocional y todo el resto.

Parado atrás de ella, buscó y buscó dentro de sí las fuerzas para decirle las primeras palabras, después de varios meses de cruzarse en la misma parada a la misma hora todos los días.

"El no ya lo tengo", pensaba él, autoanimándose. "Pero si quedo mal la voy a ver todos los días", volvía a pensar, autodesanimándose. Entre la lucha interna que se llevaba a cabo entre la timidez y el amor, se discutían temas como "qué decir", "qué pasaría si...", "qué pasaría si no...", "cuándo, dónde, cómo y porqué", "¿Dónde la invito?", y muchos otros tópicos que lo lastimaban de sólo pensarlo.

Después de unos minutos de debatir para sus adentros, la timidez fue vencida, y él, con la piel de gallina, levantó su mano y le dijo firmemente "Disculpame, nos vemos siempre en esta misma parada y me parecés muy interesante, quisiera que..." al instante que el colectivo abría su puerta y ella subía sin haber notado la guerra ni el acto de valentía que había sucedido a sus espaldas, al tiempo que sonaba a todo volumen algún tema de The Cure en sus auriculares.