viernes, 29 de agosto de 2014

Efervescente

Botellas caen, vidrios, humedad.
Los manteles, clavados, soportaban los vientos.
Las copas, dobladas, chillaban de dolor.

Voces, ruidos, gritos, silencio.

Se transformaban en cosas, en sombras, en formas.
Eran deformes, negros, blancos y azules. Celestes también.

Paranoia, mil, millón, bi.

Alfileres en la panza, espadas por la nuca,
El pelo mojado, la garganta ácida.
El estómago efervescente.

jueves, 21 de agosto de 2014

Nota Editorial #12

Eeehhh... bueno, hacía mucho que no escribía en forma de humano (o intento de) para decir boludeces más grandes que las que suelo escribir, pero vi que era meritorio hacerlo puesto han acontecido varios sucesos que agrandan y alegran al Abismo, y van paso a paso, acercándolo al plan de dominio mundial.

¡SALIÓ EL SEGUNDO GRAN ABISMO ILUSTRADO! ¡Pueden pedirlo por Facebook!













Por cuestiones de dolarización, impuestos a las no-ganancias, por aumento en el valor del plutonio y porque Gozilla me lo dijo, ahora el Gran Abismo (Cualquiera de ambos dos) cuesta $35, ¡Pero ojo! Que si comprás los dos números juntos te salen $60. Sí. No sabemos sumar y no vamos a aprender ahora.

Igual seguimos regalando abismitos, estamos también preparando uno nuevo, y tratando de imprimir los números anteriores, que nos quitaron de las manos nos quitaron!

Por otro lado, quiero compartirles una nota que hicieron acerca del Abismo para el Diario La Ciudad de Ituzaingó, donde comentamos un poco dónde estamos parados (aparte de En El Abismo) y esto forma parte del crecimiento que, gracias a todos los que mandan mensajes ofensivos día tras día, estamos logrando.

(Si hacen click en la imagen pueden leer la nota ENTERA, ENTERA VIEJO!!!)

Ahora entraremos en una nueva etapa abismal, se vienen nuevos textos, viejos textos más nuevos, y nuevos textos que van a ser parecidos a los viejos, pero no importa, porque tengo torta. Bueno, OK, no tengo torta. De hecho, prefiero un paquete de galletitas de agua, muchas gracias.

Saludos poco cordiales,
Pebablds
Vicepresidente Junior




sábado, 2 de agosto de 2014

La Infelicidad

Ese día que salió de la oficina, se sentó en el colectivo de vuelta a casa y empezó a mirar por la ventanilla. Sus párpados se caían por el cansancio de días estresado, el cuerpo le dolía, recordaba días en el trabajo haciendo horas extra, llenando papeles sin sentido que nunca le dieron ninguna satisfacción, hasta que en una de las paradas, un cartel gigante se alineó con su cabeza, con la inscripción "¿Estás feliz con la vida que llevas?". Lo leyó detenidamente y lo siguió con la mirada incluso cuando el colectivo arrancó, y giró la cabeza mirándolo fijo hasta que lo perdió de vista.

Pensando, llegó a la conclusión de que debía cambiar de vida.

Vendió el auto, la casa, casi toda su ropa y se despidió de su familia para empezar a viajar, como siembre había soñado. Compró pasajes de avión y se fue.

Tiempo después, recorridos varios países y tenido miles de aventuras, se vio a la vuelta de una excursión pegado a la ventanilla de una combi y pensaba en el tiempo que no veía a su familia, que no dormía en una cama por una semana entera y que no tenía ningún tipo de estabilidad. Una avioneta pasó por el cielo con la misma publicidad: "¿Estás feliz con la vida que llevas?"

Meditó, y decidió que era momento de volver a casa.

Juntó sus cosas, y abordó un avión que lo traería de nuevo. Ya en su tierra, golpeó la puerta de su casa y nadie salió a recibirlo. Lo odiaban por haberlos abandonado y no reconocieron su regreso tal como él esperaba, negándole un lugar donde dormir. Sin plata y sin techo, fue a su antiguo trabajo a ver si podían devolverle el puesto, pero su lugar había sido ocupado por tres pasantes mucho más jóvenes, que obviamente cobraban mucho menos de la mitad que él.

Se sentó en el cordón a pensar, y no encontró alternativas.

Pasó tres o cuatro meses andando por la calle, comiendo de donde podía, haciendo trabajos esporádicos para poder comprar alcohol para poder conciliar el suelo, aguantando el frío, el calor, la lluvia y la maldad de la gente que lo miraban mal cuando se acercaba.

Caminando por un barrio al que acababa de llegar con su mochila y con la misma ropa puesta hace meses, vio otro cartel... "¿Estás feliz con la vida que llevás?".

Se detuvo, miró el cartel con atención, sonrío y continuó con su camino.