martes, 3 de noviembre de 2015

El Lugar

El problema era el lugar.

Entonces cambió, y se fue unos metros, pero no. Y se agarró de un barrilete y se fue, y tomó colectivos, trenes y aladeltas, pero no. 

Recorrió caminos, ripios y autopistas, llegó al final de cada sendero, a la cima de cada elevación, tocó el cielo. Respiró ozono. Pero tampoco.

Cavó pozos, conoció raíces, investigó agujeros, sintió el calor del centro. Lo rozó. Se le derritieron las orejas, tenía las uñas gastadas, sangrando, y sin embargo no.

Se subió al trampolín más alto y saltó desde donde no se ve la cima, cayó con la fuerza de una estrella fugaz, y rebotó entre planetas, se sintió un asteroide, sintió la presión en su cabeza, la sangre espesa por sus ojos, la cima de las cimas, y volvió sin saber.

Con los pies descalzos y gastados, con callos que gritaban, con las alas disueltas en el aire y un mapa totalmente tachado, se tiró en el pasto y cerró los ojos. Respiró. Ahí sí. 



Estaba buscando el lugar, en el lugar incorrecto.