miércoles, 26 de septiembre de 2012

Cuando Todo Explote


Por la ventana, del lado de afuera, me miraba fijamente un hombre vestido de gris, sin expresión. Me acerqué a la ventana despacio, y sin moverse, permaneció allí algunos minutos. Sonaba el teléfono, la televisión se prendía y se apagaba sin mostrar imágenes, el microondas se prendió, la heladera se apagó y el timbre sonaba de forma entrecortada mientras miraba a los ojos al extraño hombre parado bajo la lluvia en mi jardín.

Sus pupilas se dilataban mientras, estático, miraba al cristal sin ver del otro lado, y yo, acercándome, mirando hacia el otro lado sin ver el cristal. No sentía miedo, pero tenía una curiosidad inocultable, mientras avanzaba ya casi llegando al vidrio de la ventana con una de mis manos. El hombre parpadeó una vez, las luces se cortaron por un instante. Volvió a parpadear, el televisor empezó a mostrar manchas en blanco y negro que parecían aceite y agua.

Finalmente, el hombre cerró los ojos bruscamente al mismo tiempo que mi mano tocó el vidrio. El microondas explotó, dejando una estela de chispas que caía al piso junto con el cable, que aún conectado, se mezcló con el charco que dejó la heladera al apagarse.

Recuerdo una explosión.

Ahora llovía, y yo estaba atrás del vidrio, sin parpadear, mirando para adentro y deseando que alguien toque el vidrio nuevamente.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La Escondida


Nadie nos vencía en las escondidas. Éramos los mejores, así que hicimos un pacto. A partir de ese momento, uno de los dos contaría diez años, y al finalizar la cuenta, iría a buscar al otro por cualquier parte del mundo, y "picar" al otro en esa misma pared.

Hicieron la ceremonia del sorteo, donde uno de ellos sacó el palito más fino, quedando así como el contador, mientras que el restante, se condecoró como el buscado. No se verían por, como mínimo, los próximos diez años.

El tiempo pasó, y los niños dejaron de serlo. Nunca más supieron uno del otro, hasta que una carta certificada llegó a casa del contador que él mismo se había enviado diez años atrás, y hasta casi había olvidado.

Ese mismo día, comenzó la búsqueda. Primero, en el barrio de siempre, luego en los alrededores. No pudo encontrarlo de forma inmediata, por lo que comenzó a buscar información. Habló con todos los vecinos, anotó un cuaderno entero con los testimonios y suposiciones de las personas que vivían cerca, aunque algunos se contraponían con ellos mismos, contando relatos imposibles, teorías absurdas y mentiras alevosas.

Cinco años más duró la búsqueda, hasta que, saliendo de una casa en Madrid, España, se encontró con el buscado. Sin decir nada, los dos hombres se miraron, y salieron corriendo, dejando todo atrás, totalmente serios.

La vuelta no fue fácil, luchando entre ambos por ver quién conseguía el pasaje de avión más temprano, gastando así todos sus ahorros en el servicio más caro y personalizado que una línea aérea podría ofrecer.

Uno tomó un vuelo, y el otro, otro con apenas minutos de diferencia.

Ambos fueron mirando por la ventana todo el vuelo, sin comer, sin dormir, tan sólo tomando un pequeño vaso de agua (uno de los dos tomó soda) que la azafata les regaló con una sonrisa.

Del aeropuerto, era un viaje de dos horas. Uno optó por tomar un micro escolar que transportaba tomates, que enganchó justo a la salida del aeropuerto. El otro, consiguió casi quince minutos después, que un motoquero lo acercara al destino, ya que iba de paso.

Estaban a metros de la puerta que deberían cruzar para llegar al destino. Se vieron a la distancia y comenzaron a correr con todas sus fuerzas. Cruzaron la puerta casi al mismo tiempo, llevando uno de ellos diez centímetros de ventaja. Corrieron y corrieron por el pasillo que daba al patio, que daba al fondo.

Al llegar al fondo, buscando tocar la pared y ganar el juego, se quedaron anonadados al darse cuenta que la pared había sido derribada, y el fondo en el que jugaban ya no era ese fondo. El lugar donde habían estado, había desaparecido.

Los hombres, sin mirarse, se quedaron parados unos minutos, y comenzaron a reírse a carcajadas, casi hasta quedarse sin aire.

lunes, 10 de septiembre de 2012

HOLA JIRAFA PUNCH - Cadáver Exquisito Comunitario #1


Hola jirafa punch petuña cabeza. Milanesa de glande. Locura chapoteando escupitajo, chuleta eterno. Revolución fascinación cuiii. Pelotas, tortuga en astuto! cayendo demencial si... rinoceronte.

Mueca choto, huevo sin genio, camino luciérnaga socotroco entre tortilla, donde jamón ensiestamiento, chocolate!

Miau. Gestionar azules cuando correr, deslizándose... zanahoria revolución sinequanon. Casi tenedor escuchándote volitivo metafóricamente. Corriendo agosto unplugged mondongo.

Dejadez hermafrodita, lágrimas impala colores. Pedrusco cristal. Sandalia imposible oruga, cacatúa lúgubre guadaña cuernos, sueños perro; nervadura triste.









------------------------
Para los que no saben:
Este fue el resultado del primer cadáver exquisito de Parado en el Abismo, convocatoria que fue organizada por Facebook, (http://www.facebook.com/pages/Parado-en-el-Abismo/181490181887329) donde cada uno que lo desee, debía enviar una palabra para que, por orden de llegada, se arme este texto. Entre los participantes, se sortean cinco colecciones completas de abismitos + postales coleccionables.

Para los que sabían:
¡Gracias por haber participado! Hubo más alcance de lo esperado, y se ha formado una gran masa palabral con uniones muy interesantes. 

Los ganadores se darán a conocer el martes por la noche, ¡Estén atentos al Facebook! (De todas formas, serán avisados por mail aquellos que hayan ganado).

Pronto, más juegos, más abismo, y más odio para todos.

Si, los odio igual.

martes, 4 de septiembre de 2012

Un Texto Como La Gente


Estamos acostumbrados en nuestra cotidianeidad, a decir y aceptar ciertas frases armadas, que tomamos sin pensarlas o sin profundizar en ellas.

Resulta que cebamos un mate mediocre, y se nos tapó la bombilla (como suele pasarme el 99,9% de las veces que preparo mate), cuando uno de la ronda, intentando tomar, nos dice "Dejá que voy a armar un mate como la gente". Y ahí es cuando queda esta pequeña frase de tres palabras que se puede anexar a casi todo, que es "Como la gente".

Pero... ¿Qué es ser como la gente?

Palo Pandolfo, dice junto a Los Visitantes "La gente no sabe y miente, inventa y fabrica tanta trampa".

Entonces, ¿vas a armar un mate inventado, con trampas?

Como tengo menos filantropía que una piedra, podría decir con total convencimiento que odio a la gente tanto como odio golpearme el dedo chiquito del pie con la puerta cuando busco un vaso de agua por la noche.

Entonces, ¿Por qué queremos que todo se haga como la gente? ¡Si la gente hace todo mal!

O peor aún... si me dicen que haga algo como la gente, ¿Significa que no soy gente? Está bien que los odie a todos, pero aunque se me tape el mate, seguiré siendo, desgraciadamente, una persona.

Creemos que somos gente que no hace cosas como la gente. ¡Pero en realidad sí las hacemos como la gente!

Usamos las cosas mal, atamos con alambre, miramos a la hermana de nuestro mejor amigo, somos desorganizados, no podemos evitar pasar el dedo por una torta llena de crema minutos antes de cantar el feliz cumpleaños, tratamos de poner un fitito a 200km/h, usamos anteojos de sol en lugar de casco cuando andamos en moto, y nos preocupamos más por llegar temprano al trabajo que por dormir cinco minutos más.

Si eso es hacer las cosas como la gente, ¡espero reencarnar pronto en una babosa, y hacer las cosas como las babosas!

domingo, 2 de septiembre de 2012

Septiembre

Hubo un Septiembre que fue blando. Atravesaba el tiempo como un adoquín atraviesa una ventana, pero sin dejar pedazos ni huellas. Atravesaba el aire como una bala creando un pequeño agujero por su incontrolable energía en línea recta.

Septiembre aplastaba los peldaños que quedaban arrinconados, inofensivos. No se decidía entre el frío o el calor, pero avanzaba con una potencia ensordecedora.

Septiembre, como una locomotora, fue barro, fue impulso, fue un segundero en reversa, que de pronto aceleró desmoronando todo a su paso.

Corría ciego y a sus espaldas, fuego. Explotaban llamas que quemaban casi como el peor de los hielos. Retumbaban los espejos a punto de derretirse. A punto de desaparecer.

¡Desaparecer! ¡Septiembre!

Quiso disolver sus fuerzas, pero era tarde. Ya había clavado las estacas. No era temporal. No era finito. No era mortal. Corría hasta doler. Dolía para poner su mente en blanco. Septiembre dolía. Septiembre, como espina, punzante. Septiembre no detendría.

Pero tal vez a Septiembre no le importaba. A fin de cuentas, era sólo tiempo.