jueves, 29 de septiembre de 2011

Nota Editorial #4

Queridos Amiguitos:
Vieron ustedes como es el mundo en que vivimos hoy. Áspero, con olor a vieja, avinagrado, con porno del ilegal, pero sobre todo con mucho olor a vieja.

Pero existen esas pequeñas cosas que nos hacen felices, como encontrarnos una moneda de cinco centavos en la calle, que con la inflación que hay hoy en día no nos sirve ni para comprarnos un chicle, pero nosotros, fieles a nuestros principios de "el que se lo encuentra se lo queda" nos agachamos, peleamos durante tres minutos con nuestras uñas recién cortadas -o masticadas- contra el piso, tratando de que la moneda levite, como si estuviéramos usando la fuerza jedi, para luego ponerla cómodamente en nuestro bolsillo, sin darnos cuenta que somos por un lado cinco centavos más ricos, pero que llegamos tarde al trabajo por esos tres minutos y nuestro presentismo se hizo polvo.

¡Pero no todo está perdido! Quedan todavía algunos momentos de pura felicidad, como el que motivó esta nota.

A partir de hoy, estimados colegas, compañeros, viejas, señoras y señores, damos por inaugurado:

www.paradoenelabismo.com.ar

Que por ahora nos redirecciona a este mismo blog. (Chupate esa mandarina che!)

También existe www.paradoenelabismo.com pero eso fue por puro egocentrismo y morbo, lo admito. (Aparte en mi calidad de nerd este tipo de cosas no pueden faltar y hasta me divierten).

¡¡¡Pero eso no es todo!!! ¡¡Tiramos el abismo por la ventana señora!!

Se agregó un pequeño botón, justo por debajo del título del blog (su ubicación exacta sería "abajo de lo que está arriba") que muestra un post aleatorio, ¡para jugar y divertirse con amigos y sus hermanas!

Acá tenés una muestra gratis (CLICKEAME)

Y bueno, eso. Espero que junten muchas monedas de cinco centavos, muchas hermanas y que cumplan muchos más!!

Au revoir

Pebablds,
Vicepresidente Junior
(Ahora con Twitter)

sábado, 24 de septiembre de 2011

Pregunta Cósmica

¿Por qué para referirnos a la grandeza y magnificencia de los grandes monumentos creados por el hombre, lo hacemos en base a la cantidad de obreros que murieron en su construcción?

sábado, 17 de septiembre de 2011

El Último Tucán

Aparecí de repente de una celda oscura y pequeña. Frente a mí había un tucán parado sobre una estaca de madera clavada en la pared. El animal me miraba fijamente. Cuando lo ví a los ojos recordé todo. Era el último tucán del mundo, y en un flash confuso recordé que dentro suyo estaba la llave para salir de la celda.

Entonces tenía ahí, frente a mis ojos, el dilema. Matar al último especímen de una especie, o sobrevivir yo, un ser humano de los tantísimos que hay en el planeta. Privar al mundo de algo único o salvar mi vida, única, pero intrascendente para la vida en general. Nadie va a decir "ahí va él!" cuando me vean, sin embargo, al ver al último tucán volando sobre sus cabezas, va a ser imposible que no lo señalen, que no quieran cuidarlo y que traten de conseguir la forma de salvar su especie para que no se extinga.

Yo era uno más. Él, único. Me miraba con indiferencia, sin poder adivinar lo que yo estaba pensando. No tenía miedo, pero me miraba, casi inmóvil. Una leve brisa hacía mover frenéticamente sus plumas negras. Cada tanto, rotaba levemente la cabeza en un movimiento fugaz.

Me senté a pensar. Morir de hambre iba a ser doloroso y agónico. Aunque seguramente primero moriría de sed, de todas formas, eso no me reconfortaba ni un poco. Antes de morir deshidratado, seguramente, me volvería loco y trataría de reventar mi cabeza contra la pared. Revisé todo el lugar una y otra vez, pero no había forma posible de salir. Tenía que elegir. Tenía que ser Dios por unos segundos y elegir entre mi suicidio lento o la muerte rápida del último tucán.

Después de mucho pensar, el sentido común se apoderó de mi. Si yo moría en esa celda, el tucán también iba a hacerlo, puesto que no había salida. Entonces me decidí. Respiré profundo, pedí perdón al pájaro que atentamente me miraba. Y me acerqué. Cuando mis manos estaban a punto de atrapar su cuello, tropecé y caí al suelo.

En ese instante me desperté, era solo un sueño. Pero aún estaba en un lugar poco familiar. Tenía un ligero dolor de cabeza, de esos que aparecen cuando uno no descansa bien y se levanta de golpe. Me incorporé. Era una especie de cabaña de madera, con las ventanas y puertas cerradas, pero bastante luminosa a pesar de todo. La luz del sol se filtraba por las pequeñas separaciones de las maderas y las imperfecciones de las ventanas. Y ahí estaba de nuevo, un tucán parado en una vara de madera. Sentí la misma sensación que en el sueño. Otra vez me sentí Dios. Esa sensación que me estremecía, que hacía que tome la decisión de morir o matar, de morir yo, uno entre millones, o matarlo a él, uno en un millón.

Esta vez la decisión tardó menos de lo esperado, y tomando el sueño como referencia, me decidí a matarlo, casi al borde del pánico. Me acerqué rápida y violentamente hacia el tucán, que me miraba fijo e inmóvil, sin miedo ni mueca alguna. Cuando por fin lo tenía frente a frente, y en un grito desesperado, acerqué mis manos hacia él en un ataque de furia, ya totalmente fuera de mí. Había decidido matar al último tucán. Me había puesto en los hombros esa responsabilidad. Imaginaba en pequeñas imágenes lo que sería mi vida después, la tortura y el cargo de conciencia que sufriría por matar al último animal de una especie, un especímen único que a partir de ahora aparecería en los libros de historia. Que nadie más conocerá. Pero poco me importaba, mis manos estaban por rozar al tucán.

De golpe, todas las ventanas se abrieron haciendo un ruido ensordecedor de golpes y chirridos de bisagras sin aceitar, dejando pasar en un sólo rayo gigante al sol entero dentro de la cabaña. Cegado por el contraste, cerré los ojos por un segundo y comencé a recuperar la visión de a poco. Mientras todo se me hacía menos borroso, empecé a distinguir siluetas en los marcos de las ventanas. Cuando recuperé la vista por completo, proceso que habrá tardado tres segundos eternos, me vi rodeado de tucanes. Giré mi cabeza trescientos sesenta grados y había por todos lados. En los marcos de las ventanas, en salientes del techo, en el piso. Habría unos doscientos tucanes, inmóviles, mirándome tal como lo hacía el primero, el que yo creí único, último. De repente era sólo uno más de entre miles.

Ahí mismo, me di cuenta de todo.

Yo no estaba decidiendo el destino de su especie. Ellos estaban decidiendo el destino de la mía.


jueves, 15 de septiembre de 2011

Somos

Algo gestual, impredecible. Algo espontáneo, casi irreal.

Un agujero en medio de algo impenetrable.

El espacio que le quitaron al ojo de una aguja.

Un pedacito de nube que se separó del resto y aparece en el cielo despejado.

Una pluma tornasolada flotando en el viento.


Un collage de libertades.

Una suma imperfecta.

Miles de células microscópicas en perfecta sincronía.


Un nuevo color.


Eso somos.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Curiosidad Dominguera

A todos los que me hablan por msn me los imagino amarillos, redondos y pelados.

viernes, 9 de septiembre de 2011

¿Vas o venís?

Momento incómodo para mi, si los hay, es cruzarme a alguien mientras estoy caminando, y que con ese alguien no haya la confianza suficiente como para interrumpir mi recorrido -ni para que él/ella interrumpa el suyo- y saludarnos con un beso o con un abrazo.

Ahí, en ese mismo instante, se produce una bifurcación en el espacio-tiempo-tuvieja y SIEMPRE, pero SIEMPRE le erro en el saludo. Si yo digo "Chau" la persona me dice "Hola" y viceversa. Y me hace sentir como que yo saludé incorrectamente.

Es que, realmente, no existe un saludo para cuando te cruzás simplemente. Hola es cuando llegás, Chau cuando te vas. Pero cruzarse no encaja en ninguno de los dos momentos. Decir "Holachau" te haría quedar como un idiota, y no decir nada, como un maleducado.

Entonces, ¿Qué corno decimos cuando nos cruzamos a esa profesora o a ese distante compañero de laburo que vemos todos los días pero nunca entablamos una relación? (En Los Sims, estas personas son con las que tenemos unos 10 puntos de amistad, o menos).

Tal vez podamos decir una palabra que no se entienda, como "armgh" mientras movemos la mano (saludar con la mano es totalmente genérico y sirve para "hola" y para "chau" indistintamente) y que la otra persona interprete lo que quiera, aunque si la profe entiende "vieja de mierda" nos espera una eternidad de recursadas.

Mirar para otro lado es una buena opción... total, si no nos llevamos bien con esa persona a lo largo del transcurso del día, para qué corno la quiero saludar si me la cruzo un sábado a la noche caminando por Avenida Tuvieja?

Obviamente, si no saludás, el lunes a la mañana ese compañero va a decirle al resto "ay, ese de la otra oficina es un antipático, el otro día lo crucé e hizo el que mandaba un mensajito para no saludarme". Y ahí te empiezan a odiar todos, porque se dieron cuenta de tu truco. Es más, gracias a eso, e investigando, llegaron a la conclusión de que sos vos el que hace caca en la maceta de su oficina en el horario de almuerzo.

Simplemente, no entiendo las relaciones humanas.




Mejor no salir de casa, para no cruzarse a nadie y no correr peligro de que nos descubran.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Septiembre.

"Una Flor entre las manos es más que una montaña de cosas costosas sin valor"

(Frase de Juanito el Cantor)

Feliz Septiembre para todos!



(Odio a los que dicen SETIEMBRE)


Mientras tanto... el año pasado, en Septiembre...