domingo, 27 de septiembre de 2015

Septiembre

La velocidad no lo asustaba, y siguió hasta romper el sonido y la luz y todo lo que venía después, hasta que frenó de golpe, en un impulso que duró varios días, desvariando y disminuyendo. Y de golpe, frío. Se congeló todo, heló.

Sabían que estaban en la mitad de la aventura, pero no se esperaban cambios tan bruscos, por lo que decidieron frenar del todo. Y así, estáticos y congelados, permanecieron millones de milésimas de segundo, esperando una inflexión en su suerte.

De golpe, una tormenta de fuego se abalanzó y descomprimió todo, y el vehículo empezó a moverse nuevamente. Era la oportunidad, así que, a sus puestos, iniciaron la acción coordinada que los sacaría de su estado vegetativo y avanzaron de a poco hasta lograr una velocidad lenta pero estable.

Entre festejos, los más creyentes atribuían estos acontecimientos a algún ser superior y benévolo que los amparaba, mientras que los escépticos repetían una y otra vez que había sido pura cuestión de suerte.

Todos, sin embargo, estaban de acuerdo en que esto aún no había terminado.