lunes, 1 de septiembre de 2014

Septiembre

::: SEPTIEMBRE :::

Todo sucedía con normalidad, hasta que las tejas cayeron al suelo, como por arte de magia. Las flores azotaban con sus pétalos los adoquines del camino de la entrada.

Era un ruido ensordecedor.

Todo flotaba, o parecía volar, o parecía flotar. Las luces intermitentes. Las vigas parecían chillar de dolor. El candelabro se movía y sus velas amenazaban con quemar la seda de las cortinas.

Nos miramos, atentos, cerramos los ojos y dejamos que fluya. "Ya está, ya está" se procuraba mientras mordía los ojos.

Las ventanas latigueaban las paredes por dentro y por fuera, y de pronto, la luz.

Nos tiramos debajo de la mesa de roble, que luego se transformó en aguaribay, luego en pino, luego en polvo. El aserrín formaba un pequeño huracán en la cocina, llevándose las migas, las pelusas, las sillas, las mesas, las copas, vasos, platos, paredes, jardines.

Un punto blanco.