lunes, 30 de diciembre de 2013

Pequeño Manifiesto del Abismo

PEQUEÑO MANIFIESTO DEL ABISMO

El abismo es atemporal, atípico, sincero e infinito, donde se especulan las más diversas cuestiones, se divagan las seguridades, se examinan los imposibles. No se trata de una cosa, no se trata de un lugar, ni de una época. Es abstracto por definición, y sus intenciones no son buenas. Tampoco malas. Aunque en su esencia existe la maldad, y aflora cuando algo necesita dejar de ser, explotar. El abismo entonces, no puede ser definido por simples palabras, ni por complejas. No puede entonces ser definido verbalmente, ni incluso mentalmente. No existe. No es. No sabe. Inventa. Destruye. Repara y niega. Baja a lo más alto y se da vuelta.

El abismo puede ser violento, pero de una forma totalmente calmada, gusta de la introspección y de la autodestrucción. El abismo provoca y esquiva, llora y entristece, y llora de risa cuando puede. Se autodestruye de nuevo y crea a partir de ese quiebre. Nace, crece, envejece y muere. Nace, crece, envejece y muere. Nace, crece, envejece y muere. Nace, crece, envejece y muere. Nace, crece, envejece y muere. Nace, envejece, muere y crece. El abismo entonces, es azar. Es etéreo, y por lo tanto, el abismo no existe, porque no tiene razones para existir.

¿QUÉ ES ESTAR PARADO EN EL ABISMO?

Claramente, no es estar al borde del abismo, ni sobrevolándolo, ni nada de eso. Es estar en las profundidades, cayendo constantemente, porque el abismo es infinito. Nunca existe un suelo donde estrellarse. Es la sensación de caída libre constante, donde incluso resulta hasta cotidiano estar cayendo y nos libra de la caída y del susto que quizás surge en un principio. También es el vértigo de no ver el fondo, la incertidumbre del final, combinados con la calma que eso mismo produce, cuando uno se hace consciente de que caerá por siempre y permanecerá en suspensión por la eternidad. Sin morir, sin dormir, con momentos de dolor y de calma. Quizás la única forma de salir del abismo sea seguir cayendo, esperando que de alguna forma se termine, para bien o para mal.

¿POR QUÉ EXISTE ESTE PROYECTO?

Muchas almas curiosas se preguntan por qué existe esto de Parado en el Abismo. La respuesta es simple: Porque puedo. Así como un músico graba un disco para difundirse, yo decidí que este proyecto letrístico (porque creo que literario le queda grande) sea difundido a través de pequeños libritos dejados al azar en la vía pública, y al azar también en la web.

Es un proyecto autogestionado y autosustentado, y aunque muchos quizás cuestionen que por mucho tiempo los abismitos han sido gratis, yo justifico los gastos como cualquier persona que paga por hacer algo que le gusta. Y gracias a estos abismitos, regalados, repartidos y relocos, el abismo crece, conoce, y sobre todo, existe. Dejando de esta forma todo lo escrito en el manifiesto del abismo, como una total blasfemia, una ilusión, una mentira.

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Gracias a todos los que colaboran con este proyecto simplemente existiendo.
http://www.facebook.com/paradoenelabismo

martes, 24 de diciembre de 2013

El Pan de Troya

Navidad, supuestamente es una época de paz, respeto, amor y tolerancia, donde se promueven los mejores sentimientos de uno hacia las demás personas. Se trata de pensar en el otro, de compartir y de dejar atrás todas aquellas cosas que nos molestan, para dar lugar a una celebración en conjunto.

Eso, hasta que comenzamos a dejar de tolerar de forma muy cortés todas esas cosas que no nos gustan, y que nos irritan, y que muchas veces pueden materializarse en forma de Pan Dulce. Si, el Pan Dulce es el caballo de Troya de la Navidad, llevando dentro suyo un mar de desentendidos, de problemas y enojos que nos hacen caer en la realidad: No hay momentos de paz, sólo la calma antes del huracán.

Es prácticamente imposible que en una mesa familiar, que en promedio ronda las diez personas de distintas edades, gustos, e incluso que sólo se ven para este tipo de eventos, coincida en la unánime elección del pan dulce. Están los que odian con todo su ser la fruta abrillantada, despreciando aquellas piezas que las contengan. Los más excéntricos se quejarán de un pan dulce sin ellas, alegando que no tiene gracia y que esperó todo un año para comer su pan dulce favorito: El que tiene de todo.

También encontramos gente más detallista, que le gusta la fruta abrillantada o seca en general, pero ODIA las que son de color verde, entonces recurre a un minucioso proceso de selección y filtro a través del cual pone en una servilleta los pedacitos rechazados (e incluso pedacitos de miga afectadas por el mismo color). Gol para el fanático de las frutitas verdes.

Existen los que se deprimen (por lo general son mujeres, pero vamos a meter a todos dentro de la misma bolsa para no herir susceptibilidades) si el pan no tiene un recubrimiento de unos 5cm de chocolate, colmado de algunas cerezas naturales, frutillas u otra fruta decorativa que trate de disimular la pesadez del pan en sí. Por lo general, estas personas son las que mueren si no tienen su dosis de chocolate cada quince minutos, y abusan sin piedad de los confites y turrones, e incluso llegan a comprar gruesas barras de chocolate que esconden del resto de la familia, para disfrutarlas en soledad durante el festejo, ocultas del resto de la concurrencia.

Casi como los descritos anteriormente son los marmolados, en cuya estructura interna encontramos una miga pesadísima, tan solo superada por la cobertura de chocolate que la precede, cuyo grosor podría proteger a su parte interna de un ataque nuclear.

De toda esta variedad surgen discusiones como "vos ya sabés que no me gusta la frutita abrillantada..." a lo que uno responde "¿Vos te pensás que me acuerdo de eso? ¡Hace un año que no nos vemos y querés que me acuerde de la fruta abrillantada!?" e inmediatamente el festejo comienza con roces, con gente refunfuñando, y con la adicta al chocolate, pálida en un rincón, en cuclillas, inclinándose hacia atrás y adelante susurrando "ese pan dulce no tenía nada... ¡Ni un chip de chocolate!... era como morder cartón..." y así pasa el resto de la noche.

La gente mayor que por lo general trata de poner orden y afirma que en su época existía un sólo pan dulce, y era el que cocinaba la abuela, y si uno no lo comía, la abuela agarraba un sapín y mejor que corras porque lo ibas a tener de sombrero hasta la navidad que viene. Igualmente nadie lo escucha, porque quienes no se encuentran discutiendo acerca de sus gustos en la materia de panes dulces, se encuentran hipnotizados con el celular, enviando mensajes del tipo "Te saludo ahora porque cuando sean las doce colapsa todo y no te voy a poder mandar" (y son las ocho de la noche recién).

Los más ahorradores, justifican que compraron el pan más básico porque los demás están muy caros y no vale la pena gastar plata en algo así, cuando se da cuenta que la dueña de casa -fanática de aquellos panes dulces que atentan contra la integridad hepática por sobredosis de chocolate- está usando esa masa dura e incomible (pero con olorcito a navidad) de tope de puerta, y que el perro ya le dio unos cuantos mordiscos, pero lo abandonó por insípido.

Alguien se anima a hacer uno con sus propias manos, y obliga a todo el mundo a probarlo. Extrañamente, después de probar un bocado y al intentar tragarlo, los comensales buscan desesperadamente una fuente de agua, jugo o kerosen, lo que tengan más a mano, mientras hacen con el buche lleno y el pulgar hacia arriba, una dura sonrisa de "está buenísimo, pero no te hubieras molestado", al tiempo que se van coloreando de violeta lentamente por la asfixia.

De todos modos, nadie se anima a discutir plenamente sobre el pan dulce que compró el otro, pero sí se generan leves discusiones "simpáticas" que dan lugar a algunas caras no muy felices y a pequeñas asperezas, que luego, como una pequeña bola de nieve, van creciendo y buscan cualquier otra excusa para explotar.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Pregunta Cósmica

¿Por qué nos imaginamos a los años 20 en blanco y negro y los dinosaurios a color?

lunes, 9 de diciembre de 2013

Nudos

Desatar un nudo es como abrir una puerta, como romper una ventana, como rascarse cuando pica, como llorar cuando duele.

Uno desata y desata, y vive desatando cosas para desamarrarse, para zarpar, para volar.

La falta de gravedad afecta a todos y es infinita para los desatados, que suben sin tocar ningún techo.

Y es así como vemos elefantes en la luna, edificios en el cielo y fantasmas en todos los subsuelos.


jueves, 28 de noviembre de 2013

Burocracia

- Hola, buenas tard...
- Si?
- Vengo a hacer el trámite para...
- Un número 45b, claro. Complete estos tres formularios rosa con lapicera azul, el celeste con negra y firme en todas las cruces de la izquierda. No escriba sobre esa línea punteada y no doble las hojas por favor.
- (...) gracias.

[Quince minutos después]

- Acá traigo los...
- Sí, a ver. Mmmhmhfmm... mhhmdmmfmfm... le faltó una firma acá...
- Cierto, listo.
- Perfecto. Aguarde en la sala por favor, lo vamos a estar llamando por el apellido en un tiempo de tres a cuatro semanas.
- TRES A CUA...
- Sí señor, ¿es sordo?
- ¡No puedo pasar ese tiempo acá! ¿Puedo volver en tres...
- ¡No! Porque si el trámite se acelera y lo llamamos, suponga, a la primer semana y usted no está, deberá entonces cancelar el trámite ya iniciado, completando los formularios #456w, #592h y claro, el 342h bis, pero sólo la primer mitad, para después iniciar nuevamente el trámite pero duplicado, por lo que además de completar los que usted ya acaba de, deberá anexar fotocopias de tres autorizaciones firmadas por el director del departamento, que sólo viene los días impares de los meses pares, y está disponible sólo en horas no divisibles por tres, pero sólo después del mediodía.
- Pero tres... cuatro semanas... ¿qué voy a...
- Puede sentarse en una de esas sillas. Cuidado que algunas tienen algunas de sus grampas hacia afuera, ¡no querrá rasgar su ropa!, aunque usted no parezca preocuparse por ella. Puede levantarse cuando lo desee y beber del bidón de agua. No hace falta que traiga su propia botella, hay un vasito, ¡ese!, el de plástico que está sobre el mismo dispenser, es el de uso común para la sala de espera.¡No se precupe! Todos han tomado de ahí, incluyendo el señor viejo que no para de toser. Si él no murió, dudo que a usted le pase algo, ¡Ja ja!. recuerde que no se pueden utilizar el teléfono, ni para mirar la hora. Para eso tenemos el reloj de pared redondo que durante los momentos de silencio suena como una gotera.
- Pero, ¿cómo puede ser que se tarde tanto para...?
- No es algo tan sencillo como depositar un papel en un escritorio, firmarlo y devolverlo. Los formularios que usted completó, con una letra bastante desprolija, si me permite, son dispuestos en esta caja verde que ve detrás de mí. La secretaria del secretario del director pasa a las cuatro a recoger todos los formularios que, como los suyos, yacen ahí esperando. Ella los lee, corrobora, firma y sella debajo de la primer línea punteada, esa donde le taché lo que escribió donde no iba. Luego, llega a manos del secretario del director, quien vuelve a leer todo, sella y firma los papeles nuevamente en el recuadro turquesa y los deja archivados en la caja de pendientes. Antes de llegar a manos del director, la caja es llevada a la junta predireccional donde un jurado de treinta y tres personas evalúan cada caso, y firman y sellan dos veces cada hoja.

Por lo general, la tinta de los sellos suele acabarse al segundo día a eso de las cinco de la tarde, momento en el cual debe pedirse más para poder seguir sellando. Entonces, la recepcionista llama a la secretaria del secretario del director para pedirle que evalúe la posibilidad de pedir una nota para que se confeccione una orden de compra por unos cuantos litros de tinta para sellos. Por cuestiones administrativas no podemos pedir más de tres frasquitos, lo que nos alcanza para otros dos días y medio de trabajo. La orden de compra es analizada y aprobada por el departamento de artículos de oficina, y ellos hacen otra nota pidiendo por favor a la fábrica de tinta que le den de forma fiada un tarrito de tinta, para poder sellar la misma nota que acaban de mandar, por duplicado.

Una vez la tinta fiada es recibida, el departamento de artículos de oficina puede sellar entonces, la nota de pedido de compra de las tintas, que pasa nuevamente a la secretaria del secretario del director, que le pone el gancho correspondiente para que vuelva al departamento de artículos de oficina, donde el empleado de turno revisa el pedido, le asigna un número y envía por fax al director de compras, el cual responde al mismo fax con un 1 si la nota está aprobada o con un 2 si no se puede aprobar. Si el fax escupe el 1, entonces el empleado de turno vuelve a firmar la nota, esta vez debajo de la línea marrón, y envía dos notas al departamento encargado de efectuar la compra: La primer nota es la del pedido de tinta para la oficina, y la segunda es la nota de pago por la tinta fiada.

En el horario de tres a cinco y media, seis menos cuarto, el departamento que se encarga de las compras recibe las notas y las deja reposar en la caja amarilla un día entero, para revisarlas luego, sellarlas con lo que sobre de la tinta fiada y producir el ticket de compra correspondiente a la tinta nueva.

El pedido formal de la compra de la tinta es redactado por el mismísimo director de recursos, pasando por la aprobación, firma y sellado del supervisor de compras, el contador y el controlador de stock. Una vez esa nota -triplicada- ha sido girada a los sectores correspondientes, pasa a manos del cartero, que debe llevar la correspondencia a la sede central del correo, donde sellarán, estampillarán y categorizarán la nota -transformada en carta- para su posterior envío certificado a la fábrica de tinta para sellos.

Ellos recibirán el pedido en aproximadamente seis días, y tardarán otros tantos en producir la tinta solicitada, ya que su política no les permite generar excedentes que no vienen por nota en la fabricación de tinta.

Una vez la tinta está embalada, lista para enviar, ellos dirigen una nota firmada por el Comité Nacional de Tintas (CNT) a nuestros directivos, para preguntarles si desean que les envíen el pedido. La nota-carta hace el camino inverso, es recibida por la secretaria del secretario del director, que para agilizar el trámite está autorizada a responder, ¡sino tardaríamos un montón! ¡Imagínese!.

Ella responde la nota nuevamente haciéndola cara por correo, y la fábrica de tintas le responde con un fax que, entre formalidades, dice "la tinta ya está en camino".

La tinta suele llegar en un camioncito bordó, que maneja el tipo este de bigotes... ¡nunca me acuerdo el nombre! Y viene con su talonario 36y, yo lo firmo como "visto, a comprobar", no quiero quedar pegada si hay algún error en el pedido. Entonces el departamento que se encarga de las compras revisa que la tinta sea la adecuada, y efectúa el pago.

La tinta es suministrada los jueves por el personal de mantenimiento y llega al comité de las treinta y tres personas usualmente por la mañana, un rato antes de que ellos vuelvan a ingresar. Ahí vuelven a releer todos los formularios, y firman aquellos que no habían firmado. Los devuelven aprobados -esperemos- al secretario del director, que esperará a que el Señor Director se desocupe para dejarle en su buzón todos los formularios firmados y sellados. Una vez que él lo disponga, los releerá, firmará y sellará con tinta fiada, puesto que la anterior la han vuelto a consumir los treinta y tres. Igualmente ya hay una nota-carta en camino a la fábrica de tintas, para ahorrar tiempo.

Las notas firmadas y selladas vuelven a esta otra caja que tengo a mi derecha, la azul mar calmo, esa, sí. Pero esta vez deben ser transportadas por un personal de maestranza, puesto que el peso de la tinta hace imposible transportarlas sin una carretilla.

Una vez que las notas vuelvan, yo las ordenaré alfabéticamente e iré llamando a cada titular para que las retire, firme y selle, para que pueda efectuar el pago. Con el ticket correspondiente abrochado del lado superior izquierdo, ahí mismo podré darle la firma y el sello final que le permitirá empezar el trámite.

Este último sello, también con tinta fiada, porque estamos un poco cortos de tinta, ¡No somos calamares! ¡No somos!, Sabrá usted comprender. Por favor, ahora siéntese que tengo mucho trabajo.

- ...

[De tres a cuatro semanas después]

- ¡USTED! ¡DESPIERTE!
- Si? Qué...
- Ya están sus formularios... firme acá, acá, sello, pague y tráigame el ticket, pero mañana... perdón, el martes, porque ya cerramos y el lunes es feriado. Llévese este folletito con las instrucciones.

Me quedé de pie, parado, alternando mi vista entre los ojos de la secretaria, los formularios y el folleto, que muy chiquito, abajo, decía "PAGUE POR PAGOELECTRÓNICO. ¿Sabía usted que utilizamos un 60% más del papel necesario? ¡Cuidemos el planeta!".

martes, 19 de noviembre de 2013

Desenlace de las Tormentas

Los cúmulus nimbus avisan a los cirros entre estocadas de sol que la retirada ha comenzado. Como un vidrio al romperse con violencia, los algodones se ven a merced del viento, quien acarrea en varias direcciones mientras el rey dorado va ocupando nuevamente su trono allá, en la cima de todo, desde donde la Tierra parece una pelota de tenis y plutón ni se ve.

Usted puede entonces suspirar, respirar, frotarse los ojos, u otra acción que le de la gana. Trate de no parecer sobreexcitado, puesto que a vista de los demás ha soportado el cataclismo con estilo y calma y un sobrefestejo dará indicio de lo que le ha costado realmente. Llévese ese secreto a la tumba.

Mídase, verá que ahora es usted casi un centímetro más alto, aunque seguro estará pesando unos kilos menos de lo que cualquier nutricionista matriculado le recomendará. No se preocupe, el peso va y viene.

Las nubes han desaparecido ya casi por completo y la luz vuelve a reinar el cielo. Sentirá que la piel se la va quemando y los ojos no soportan el brillo. Eso, es porque usted ahora es una tormenta y ha incorporado algo de su oscuridad en su organismo. Por lo general estos efectos duran años y es posible que viva para siempre con ellos. Acostúmbrese.

Ahora decida. Puede usted quedarse inmóvil al sol, seguir por el camino que transitaba al comenzar la catástrofe o comenzar uno nuevo. Incluso puede cerrar los ojos y correr aleatoriamente hacia un rumbo nuevo.

Sea cual usted se decida por, otras tormentas vendrán a buscarlo, pues al ser usted mismo una tormenta tiene la capacidad aumentada para atraerlas, pero no debe preocuparse por nada, puesto que es totalmente inevitable, y ya hablamos de lo inevitable, ¿no?.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Nudo de las Tormentas

A esta altura, debe estar usted sumergido en gruñidos húmedos, en efímeros vientos, rozado por inofensivas cataratas y luchando con monstruos invisibles. ¡Felicidades! Usted se ha convertido en parte de la tempestad. Ella lo ha tomado y asimilado como un malvón absorbe el agua que se filtra por la tierra donde crece.

Para manejarse con cierta comodidad durante el desarrollo a veces impredecible de los acontecimientos (recordemos que el 95% de las tormentas son totalmente ciclotímicas), recomendamos observar bien alrededor y no cometer estupideces. Una de ellas sería temerle a los mortales rayos cargados de electricidad y luminiscencia que en cualquier momento podrían caer sobre usted y reducirlo a un polvo similar al que deja un sahumerio consumido. El cataclismo podría, aleatoriamente, decidir arrojarle uno en cualquier momento y usted no podría detenerlo ni hacer nada al respecto. No debe preocuparse por lo inevitable, pues es inevitable.

Procure sí, esquivar pozos inesperados, depositando su atención en el camino manteniendo la postura erguida y firme. No sirve de nada la gelatina.

Podría también tararear o silbar las melodías que le resulten más exquisitas, preocupándose claro por no desafinar para no involucrar un problema más entre usted y la tormenta.

Recuerde que mientras más fuerte sea el sonido de los rugidos, más inmerso se encontrará, y a mayor inmersión más velocidad tendrá su escape. Sí, así de simple.

Cuente también los segundos de calma entre un trueno y un rayo, ya que esta relación dará pistas útiles para establecer su proximidade, dirección e intensidad con respecto a la tempestad.

Mantenga su movimiento, no se detenga.

Todo lo que creyó o le han enseñado acerca del uso del paraguas, olvídelo, no sirve. Imagine delegando la tarea de protección ante un acontecimiento de esta magnitud a un simple tejido alambrado. Suena ilógico. Bueno... ¡Lo es!

jueves, 14 de noviembre de 2013

Introducción a las Tormentas

Si ve usted en el horizonte próximo acumulaciones esponjosas color gris viento, generalmente precedidas por una leve disminución de la temperatura, está adentrándose en una dimensión lluviosa y agresiva. No piense siquiera en retroceder, puesto que la tormenta ya se ha fijado y si trata de huir sólo lograría enfurecerla más. No le de el gusto.

Prosiga en línea recta, en lo posible aumentando la velocidad para por lo menos, intentar amedrentarla.

No piense, no se preocupe. La calma será su aliada, recuerde siempre dónde la ha dejado y procure no perderla.

Avance con los ojos clavados en la tempestad, como enfocándose en sus pupilas, la frente segura y déjese acariciar por las brisas que se vuelven vientos, y los vientos que se vuelven... vientos aún más fuertes.

Seguramente a esta altura usted estará colisionando con la tormenta de un momento a otro en distancia imposible de medir. No malgaste su tiempo en conseguir refugio, no lo encontrará.

Delíguese, primero mental y luego físicamente, de sus pertenencias: Reloj, celular, corbata, camisa, anteojos, sombrero y prepárese para el impacto.

Las primeras gotas caen como bombas inofensivas a simple vista, pero pueden provocarle un leve resfrío en unas horas. No se confíe. No confíe.

Siendo dos fuerzas opuestas, cuando el choque se produzca debe usted ser tan intenso como el fenómeno mismo al que se enfrenta. Si en algún momento se siente superado, cierre los ojos y disfrute sus últimos minutos con los átomos en su lugar. Si en cambio está usted superando a la tormenta, baje los decibeles hasta alcanzar su fuerza exacta. No tiene sentido enfrentarse a un enemigo más débil que uno.

Al escuchar su rugido, apriete sus puños con fuerza, y si es necesario grite con la garganta hasta que se rompa. Quédese afónico.

La colisión es inminente.

domingo, 20 de octubre de 2013

Solo

Hubo una vez un artista excelente, destacado en pintura, literatura y música. Sus padres murieron cuando él era muy joven, por lo que siendo hijo único, siempre vivió y se crió solo. Creció en su pequeña casa, en medio de una montaña, lejos de cualquier pueblo, y se acostumbró a su soledad.

De sus padres heredó una gran colección de pinturas, varios instrumentos musicales que habían pasado de generación en generación y una pluma dorada que era de su abuelo.

Solo, aprendió a tocar la guitarra, el piano y la mandolina. Creaba melodías impecables con armonías exquisitas, que causaban envidia a cualquier pájaro cantor, que automáticamente olvidaba su canto al escuchar las composiciones del artista.

Solo, fue dibujando en el lienzo todo lo que veía alrededor, captando detalles minúsculos y avergonzando a la realidad.

Solo, escribió los versos más tristes, las comedias más hilarantes y los dramas más apasionantes que jamás se hayan escrito.

Nunca nadie lo visitaba, nunca nadie lo llamaba. Él tampoco visitaba ni llamaba a nadie, y sólo, vivió muchísimos años componiendo, pintando y escribiendo magníficas obras.

A los noventa y tres años, sentado en una silla mecedora en la puerta de su casa, en medio de la montaña, lejos de cualquier pueblo, cerró sus ojos para siempre, dejando la colección de pinturas, música y letras más increíble que alguien pudiera imaginar.

Lamentablemente nadie pudo verlas, escucharlas o leerlas jamás. Nadie supo de su existencia, porque vivió siempre solo.

martes, 15 de octubre de 2013

La Encapsulación del Tiempo

Para comenzar este texto, debo admitir que realmente no se si existe el término "encapsulación", y si bien aparece en Google varias veces, sabemos que esto no es una fuente confiable de la cual la RAE estaría orgullosa, pero como sabemos que Arjona puede inventar palabras como "Camuflajeado" y perpetuarlas en un disco, yo puedo tranquilamente decir "encapsulación" y está todo bien.

Ahora, ¿Qué es lo que busco definir con la "encapsulación" del tiempo?

El tiempo es un fenómeno normalmente imposible de controlar, y nuestra percepción lo acelera o ralentiza dependiendo el contexto y la actividad que estuviéramos realizando en cada caso. Es posible entonces, que pasemos una hora jugando videojuegos y una hora trabajando, pero la de los videojuegos parezca haber acontecido en un lapso mucho más corto que la hora laboral. Esto es porque nos mantenemos, de una forma u otra, ocupados, realizando la tarea pertinente a cada caso, y desviamos la atención del reloj hacia lo que sea que nos encontremos haciendo.

De esta forma, pasan horas, días, y no podemos pensar ni hacer uso de nuestra introspección de forma correcta, ya que siempre nuestro foco está situado en el exterior, y pocas veces nos permitimos mirar hacia adentro.

Rompiendo con estas situaciones, existen pequeños -o a veces más largos- períodos donde el tiempo se detiene, y no podemos hacer nada para controlar su percepción. Se encapsula y deja de lado toda responsabilidad que podemos llegar a tener para con él, siendo un tiempo muerto (entre comillas) donde si bien no podemos hacer nada concreto, es el momento de sumergirnos en un pensamiento, un diálogo con nosotros mismos, una lectura profunda, o simplemente para relfexionar tratando de llevar la mente al punto más blanco posible.

Estas situaciones, entre otras, podrían ser: Viajes en colectivo (tren / avión), una caminata con un destino específico, esperas en consultorios, horarios de almuerzo, etcétera. Es decir, son momentos en los que no tenemos control preciso sobre nuestras acciones, y simplemente debemos limitarnos a esperar (sentados o de pie, muchas veces sin poder elegir) cierta cantidad de tiempo para continuar con nuestras vidas, llenas de tareas.

Es entonces, que en un simple viaje en colectivo de quince minutos, uno puede apoyar la cabeza en el respaldo, cerrar los ojos y pensar en qué comerá a la noche, en cuántas cervezas debe comprar para el fin de semana, en cómo le fue en el parcial de ayer, o bien aún, podría introducirse más en sí mismo y reflexionar acerca de su trabajo, de sus actividades, de sus próximos movimientos o replantearse conceptos que en otro momento le sería imposible por depositar nuestra atención en tareas (indispensables o no) que no dejan correr el pensamiento de esa manera.

Son pequeños momentos, normalmente cotidianos, que nos ayudan a descomprimir la mente y nos liberan de toda responsabilidad: Una vez que nos subimos al colectivo, llegar a tiempo no depende de nuestras acciones, y esto puede llegar a relajarnos de tal forma en que la mente se va por las ramas, y nos deja imágenes, colores y sonidos que de otra forma jamás podríamos ver.

Solo basta distenderse, mirar alrededor y fluir, junto con lo que en ese momento nos rodea.

jueves, 10 de octubre de 2013

Cuando tu Única Acción Posible es Correr

La mirada se afina como una aguja, mientras que las cejas se fruncen. Los puños apretados dan lugar a las primeras zancadas, siempre precedidas por una a mayor velocidad.

El pasillo es tan angosto que ante algunos descuidos leves, su hombro se raspa con la pared. Línea recta interminable.

Atrás, gritos.

La mirada al frente con la cabeza levemente inclinada hacia adelante, los oídos atentos a los ecos que retumbaban en el musgo del techo.

¿Detenerse? ¿Parar?

Los pies gastados, corroídos, la vista fija, la mente nublada. Los ladrillos que retroceden a su pasar. Los pies insistiendo una y otra vez contra el suelo, transpirando, temblando.

Siempre.

martes, 24 de septiembre de 2013

Terco

Un hombre que acababa de salir del trabajo, se encontraba caminando por la calle, cuando al doblar una esquina se topó con la muerte. Frenó frente a ella, que estaba inmóvil frente a él.
- Vamos, es hora de irnos - dijo la muerte extendiendo la mano.
- ¿Pero cómo? - se sorprendió el hombre - ¡Aún no es mi momento!.
- Sí que lo es, andando.
- Es imposible. Me acabo de hacer un chequeo médico completo hace unos días, tengo el corazón en perfectas condiciones, ninguna enfermedad, ni alergia, ni genes defectuosos. Tampoco tengo posibilidades de sufrir una muerte súbita, ni ACV ni nada espontáneo. Me cuido en las comidas, no tengo ningún exceso, hago la cantidad justa de ejercicio, además...
- Vamos. - Dijo la muerte, interrumpiendo.
- Pero miro siempre antes de cruzar la calle, hago mantenimiento a todo lo de mi casa, nada puede salirse de su lugar, ni golpearme, ni caerse sobre mi.
- No tengo todo el día, camina por favor.
- Es que no existe razón alguna por la que tenga que acompañarte, como ya te expliqué.

La muerte se quedó un segundo mirándolo, sin hablar. El hombre se veía seguro, decidido, creyendo en sus pocas palabras, incluso contenía una sonrisa que amenazaba con mostrarse en su rostro.

Pasaron unos segundos, la muerte seguía inmóvil. El hombre, también. Hasta que en un momento, la muerte levantó su mano, y su dedo índice logró tocar el brazo del hombre. Este cayó al piso, inerte. Y así, agarrándolo de uno de sus tobillos, la muerte arrastró al hombre al otro mundo.

martes, 17 de septiembre de 2013

Suspenso en Puntos

En su lucha por aumentar la expresividad del lenguaje escrito, el hombre ha creado bastos signos de puntuación que ayudan al lector a captar de la forma más exacta  posible la intención del escrito y así, alimentar un poco más su imaginación a la hora de recorrer con sus ojos las letras.

De esta forma, se encontró la manera de generar suspenso en las oraciones, tan sólo uniendo tres puntos. No es lo mismo decir "Entonces, la chica abrió la puerta y  apareció el monstruo" que decir "Entonces... la chica abrió la puerta... y aparecio el monstruo". (No se ustedes, pero yo me cagué todo cuando leí la segunda opción).  Las comas no entienden nada de suspenso.

Estos tres puntos no son seguidos ni aparte ni finales. Son suspensivos, porque es como que la dejan picando, y mientras las pupilas del lector recorren cada uno de  estos puntos, genera una pausa de milésimas de segundo que es el equivalente a que en el mundo real uno abra la puerta y no se espere al monstruo detrás de ella,  entonces, ¡claro! Nos asustamos terriblemente al leer lo que está detrás de esos puntos. Obviamente, se pueden exagerar los suspensos y armar algo como "Entonces... la  chica abrió la puerta... y... apareció... el monstruo", ahí nos mantiene con el culo en las manos hasta que develamos la terrible aparición del monstruo.

Un buen acompañamiento para los puntos suspensivos, son los signos de exclamación, y podemos utilizarlos para generar una especie de grito que hace que saltemos de la  silla al leerlo, por ejemplo (OJO, NO SE ASUSTEN, ¡PUEDE SER MUY FUERTE!): ""Entonces... la chica abrió la puerta... y... apareció... ¡el monstruo!". Y ahí sí nos  pegamos un julepe de aquellos, nos volvemos pálidos y se nos acaba el aire. ¡Pero no es el monstruo lo que nos asusta entonces! ¡Son los malditos puntos suspensivos!.  Se que seguramente, al leer este último ejemplo, muchos se habrán imaginado la típica escena de película estadounidense donde en un campamento alguien cuenta una  historia de terror con una linterna alumbrándolo desde el mentón hacia arriba. Y así deben ser leidas las frases como esta.

Pero como todo en la vida, nos acostumbramos a usar los recursos para cosas que no son, y muchas veces lo hacemos sin darnos cuenta de que somos los ÚNICOS que  entendemos el sentido que queremos darle a las cosas. Es así, que muchos pueden causar una confusión un tanto incómoda, pervirtiendo los puntos suspensivos para  generar ya no suspenso, sino algo que no se puede decir, pero que supuestamente se encuentra implícito en la frase y saca a la luz nuestras intenciones. Por ejemplo,  en una típica conversación de chat entre un chico y una chica, el chico podría decir, confusamente:

- Te invito a casa a ver una peli y...
- ¿Y qué?
- Y... nada...
- ¿Nada?
- No... bueno... sí...
- ¿Sí o no?
- Bueno, ¡sí!
- ¿Vemos la peli entonces?
- Claro, pero después podemos...
- ¿Qué?
- ¡TE QUIERO DAR!
- Ahh, ¡Pero ni en pedo, pelotudo!

Entonces uno se pregunta, ¿por qué tanto suspenso si al final sabías que te iba a decir que no?. Ella quizás sabía sus intenciones y quería confirmarlas, o simplemente  de la mano de su inocencia preguntaba porque pensaba que el chico no tenía las palabras para decir "y compramos pochoclos".

De todos modos, los puntos suspensivos son muy importantes, aunque a veces se utilicen (de nuevo, en conversaciones por chat) de forma inútil, como por ejemplo "Hoy  voy a tu casa...". En este caso, los puntos suspensivos no tienen una función concreta, más que la de suavizar el comentario que con un punto final hubiera sido muy  chocante, y sin punto, muy abierto. Tal es el caso de otro tipo de frases que al colocarle puntos suspensivos pueden alivianar la carga semántica de la frase  haciéndola más llevadera. Leamos estos dos ejemplos:

// CASO 01
- Che, ayer me acosté con tu novia.
- ¡Sos un hijo de puta!

// CASO 02
- Che... ayer me acosté con tu novia...
- ¡Es una hija de puta!

Vemos claramente que gracias a los puntos suspensivos, no sólo podemos zafar de una golpiza y de perder una amistad, sino que también le damos su merecido a la novia   infiel de nuestro amigo, ya que es mejor que haya estado con un conocido a estar con cualquiera.

De esta forma, vemos la importancia de este recurso, y que utilizándolo bien, podremos sacar provecho y hasta me animo a decir que mejoraría nuestra calidad de vida.  Imaginen una vida sin suspenso. ¿Qué sería de películas como La Llamada o Actividad Paranormal? Bueno, todo el suspenso de esas películas se puede resumir en tres  pequeños puntitos, que además, como vimos, pueden dar lugar a perversiones, especulaciones e incluso a tirar comentarios pervertidos y luego arreglarlos, volviendo a  un ejemplo anterior:

- Te invito a casa a ver una peli y...
- ¿Y qué?
- Y... nada...
- ¿Nada? Mirá que no quiero nada con vos...
- Yo decía de ir a comprar pochoclos...
- Ah...

De esta forma generamos incomodidad en la otra persona, haciendo de cuenta que fue ella quien tuvo la idea perversa y no nosotros, que salimos limpios una vez más de  otro embrollo, gracias a los puntos suspensivos.

Otro gran uso que puede hacerse de estos puntos, es el de dar la sensación de continuidad cuando un texto termina, para que se de a entender que en algún momento va a  seguir, aunque no sea así...

viernes, 6 de septiembre de 2013

Septiembre

Tras los tormentosos episodios, Septiembre venía inamovible, como la roca fundamental de una montaña. Voraces tormentas de arena nos dañaban los ojos, pero utilizando como escudo los más finos pañuelos de seda nos preocupamos por seguir adelante, mas adelante no existía, por lo que creábamos el mundo a cada paso.

Cada paso era un nuevo horizonte, que lográbamos distinguir cientos de pasos más adelante, mirando por el camino recorrido.

La tormenta parecía ceder. Los párpados pudieron despegarse al fin, dando lugar a que las pupilas degusten el nuevo entorno que los pasos habían creado.
Este septiembre sería diferente. Un nuevo paraíso ante sus ojos los esperaba. Pero, como siempre, lo peor estaba por llegar.

sábado, 24 de agosto de 2013

EL CAOS QUE DA LUGAR AL TODO

Dicen que venimos de una explosión originadora, que combinada con el tiempo supo ser madre de todo lo que hoy conocemos. Podemos suponer que cualquier explosión entonces, puede ser creadora de mundos de universos tan pequeños como imposibles de imaginar. ¡Qué lindo saber que cada vez que prendo un fósforo, después de millones de años, habrá pequeños nuevos universos!

jueves, 15 de agosto de 2013

Horror Frutal

Una manzana cae de un árbol, y se disuelve tras semanas en partículas que alimentan al suelo, donde seguramente las manzanas proliferarán. Al crecer, las manzanas, van consumiendo los restos de la primer manzana que cayó, con la que a su vez se alimentaron previamente sus semillas. Las manzanas crecen nuevamente, en varios árboles que se han levantado, hijos de la manzana primera que cayó y se disolvió, que se transformó en su alimento.

Incesto-canibalismo frutal precedido de patricidio.

lunes, 29 de julio de 2013

La Inmortalidad De Las Voces

Con el hilo de nuestra conversación, voy a remontar un barrilete. Y va a volar tan alto que se va a trabar entre las ramas de un árbol. Pero no importa, porque seguro cerca habrá algún pájaro que cante lo que decíamos, y esas notas en el aire van a recorrer algunos metros, hasta llegar a los cables de teléfono, donde nuestras voces se transmitirán a miles de líneas, que se transformarán en otras voces que repetirán las nuestras, de boca en boca, hasta que alguien se anime a escribirlas. Y ahí, petrificados en tinta, seremos inmortales.

lunes, 22 de julio de 2013

La Autodenominación de la Locura

Hay gente muy particular que se jacta de tener desequilibrio mental, y le encanta presumirlo, asumiendo su propia locura y estando feliz por ello. Nos encontramos con personas que dicen cosas como "¡Claro! Se me estaba escapando el colectivo y lo corrí media cuadra, viste como soy yo, que no me importa nada porque tengo problemitas" y uno se queda pensando si correr un colectivo realmente es cosa de locos, o es de locos autodenominarse loco por esa pequeña hazaña que a nadie le importa y no tuvo trascendencia alguna en
la vida ni del que la cuenta ni de sus allegados.

Otro caso puede ser el que se da por lo general en chicas de 15 a 19 años (aproximadamente, hay casos de hombres e incluso de más de 25 años) que suben una foto a Facebook con su mejor amigo/a y le asignan la inscripción "Gracias por aguantar todas mis locuras".

Cuando uno indaga un poco más en las denominadas "locuras" pueden surgir anécdotas como "Una vez comí un paquete entero de galletitas de agua y le llené de migas la alfombra" o "aquella vez que me pidió una lapicera azul y le di una negra" porque es así, re loco y vive al límite.

A veces no puedo comprender la obsesión de las personas por creerse a sí mismos locos. Quizás es porque dicen que los locos son unos genios, o que los genios están todos locos, pero creerse loco es lo más alejado a la locura, ya que un verdadero insano (traduciendo literalmente desde el inglés) no puede decir que lo es, porque cree su mundo como natural, y si para él es un elefante en un cuerpo de hombre, es porque realmente lo cree así, y lo siente de esa manera.

Por esto mismo, cada vez que alguien se etiqueta como loco a sí mismo, surgen las inconmensurables (gracias Alfredo Casero por esta palabra) ganas de revolearle una sartén en la cabeza, llena de aceite hirviendo claro está.

Estar loco es un privilegio que pocos poseen y no sólo un privilegio, sino que es un don que se les da a algunos para que puedan explotar y cumplir sus sueños sin restricciones, pero lo más importante es mantener la locura sin necesidad de creerla, porque cuando uno entra en consciencia de su locura, deja automáticamente de esta loco, y es lo que, en este caso, me interesa que los pelotudos que se hacen los locos comprendan. (Así, con toda la violencia).

Si realmente creés que estás loco, y estás totalmente convencido de ello, probablemente es porque sos demasiado cuerdo.

¡Salud!

(Hasta el próximo ataque de sinceridad).

lunes, 15 de julio de 2013

Verse

La historia de Armando Buenavista, es un tanto singular. Armando, nacido en la década de los ochenta, sufrió siempre un extraño trastorno que nadie pudo explicar jamás: Ni los médicos mejor formados, ni los físicos más intrépidos, ni las tarotistas más acertadas han podido esclarecer el fenómeno que esconde en su persona: Es incapaz de ver su propio rostro.

Este extraño trastorno produce que su cara no se refleje en espejos, vidrios ni en superficies metálicas, ni siquiera salir en fotos o filmaciones, por lo que Armando no puede reconocerse a sí mismo, ni reproducir su cara en ningún medio.

Sobrepasó la escuela, al principio tratando de ocultar su problema, pero cuando las maestras le pedían que dibujara a su familia, él era incapaz de dibujarse a sí mismo. Por esto, lo enviaron a un psiquiatra que le diagnosticó por dos años pastillas antidepresivas, que lo llevaron lentamente a la adicción antes de los once años, cuando por fin decidió confesar su problema a sus amigos y maestros, quienes empezaron a hacerle chistes como "Buenavista... ¡no tan buena eh!" y cosas por el estilo, por lo que entró nuevamente en un
cuadro depresivo que duró hasta los diecisiete años, cuando empezó a simpaticar oficialmente por el rock.

Su fanatismo por el rock, lo llevó a otro tipo de problemas, principalmente, el no poder probar que había asistido a los recitales, por no poder sacarse fotos. Fue entonces cuando, a la edad de veintidós años, a la salida de un recital de ACDC, logró sacarse una foto con Angus Young, pero no pudo mostrársela a nadie, ya que no se distinguía su cara en la foto, y no la podía presumir en Internet con sus amigos. ¿De qué sirve una foto rockera si no puedo echársela en cara a nadie? Se dijo, y esa fue la gota que rebalsó el vaso.

Armando comenzó a pensar de qué forma podía verse, y contrató a un pintor para que lo retrate, pero cada vez que el pincel cerraba una forma, por alguna extraña razón la pintura se deslizaba, impidiendo al artista concluir su obra.

Una noche, estaba en su casa comiendo pochoclos en pleno programa policial, de esos que muestran asesinatos horribles, se enteró que existen dibujantes que trabajan para la policía, que son capaces de reproducir un rostro basándose en una descripción cercana. Y ahí se le ocurrió LA idea. Al día siguiente, se anotó para hacer el curso.

Al finalizar, y luego de mucha práctica, llegó el gran momento. Llamó a su mejor amigo, lo sentó frente a él, y le pidió que lo describiera. Lápiz en mano, el pulso de Armando comenzaba a temblar al acercarse a la hoja, oyendo atentamente la descripción que Francisco le daba. Al hacer un par de líneas, la punta del lápiz estalló. Sereno, Armando le sacó punta y continuó. Algunas líneas se borraban o se difuminaban, pero Armando continuó.

El lápiz estallaba cada pocos trazos, por lo que se iba acortando, al tiempo que el sacapuntas se desafilaba. Con varios sacapuntas y muchísimos lápices alrededor, Armando continuaba después de seis horas continuas de dibujo, mientras Francisco repetía continuamente sus rasgos. Ya los sabía de memoria. Armando dibujaba y dibujaba algunas líneas una y otra vez, remarcándolas con fuerza. Otras se iban borrando.

El suelo se llenó de viruta y de lápices de menos de dos centímetros de largo, de minas de lápices y de vidrios, porque Francisco casi se queda dormido y tiró un vaso con vodka que ambos estaban tomando.

Armando continuó cada vez con más desesperación, hasta que se quedó dormido, entre nervios, vodka e incertidumbre.

Al despertar, pasadas algunas horas, y mientras Francisco roncaba y babeaba sobre la silla, Armando miró la hoja y, aunque leve, se veía la cara completa. "¿Lo habré terminado dormido?" se preguntó. Velozmente agarró un lápiz y remarcó fuerte todas las líneas, pero estas se borraban, entonces en la desesperación, cerró los ojos.

Al cerrarlos, la mano pareció cobrar vida propia y en menos de cinco minutos remarcó todo. Armando abrió los ojos, mientras Francisco seguía dormido. Contempló por primera vez su rostro... y se decepcionó al ver que era un monstruo.

Al abrir los ojos, Francisco encontró el retrato sobre la mesa, mojado por algunas lágrimas, con algunos vidrios de la botella de vodka ya vacía y algunas letras que no pudo leer. Tras acercarse al baño para lavarse la cara, sintió un fuerte olor a quemado. Al abrir la puerta, encontró a Armando en la bañadera con la estufa eléctrica, ambos sumergidos.

jueves, 4 de julio de 2013

De Cómo Nos Adaptan Al Uso Del Tiempo

El hombre nace salvaje, sin uso de conciencia ni de razón. Vive por instinto, y se centra en sí mismo. No le importa el entorno: Si tiene hambre, llora, sea de día, de noche o de madrugada. Su instinto le dice que debe alimentarse, y su llanto atrae la comida, es simple. Juega, ríe, se cansa y duerme, esté donde esté, en el momento exacto en que le da la gana hacerlo.

A medida que crece, se le introduce de a poco el concepto de la noche y del día: Dormir de noche, jugar de día, por lo que empieza a aguantarse el sueño hasta que llegue la noche.

Luego, se familiariza con los horarios de las comidas: desayuno por la mañana, almuerzo al mediodía, merienda por la tarde y cena a la noche, teniendo noción del paso de seis horas entre uno y otro, aproximadamente (Un poco menos en las comidas diurnas, y más en las nocturnas, pero el principal espacio ocurre entre la cena y el desayuno). En este punto el día comienza a tener una rutina, que se basa en cuatro comidas y dormir, ya no mediante su instinto, sino regido por horarios que estructuran su alimentación y sueño.

Más tarde, en el jardín, empieza a diferenciar dos tipos de días: día de semana (va al jardín) y fines de semana (está en su casa todo el día).

En la escuela, cada día es distinto por las diferentes materias, por lo que la persona asume: "Hoy es lunes porque hay matemáticas" o "Hoy es martes porque ayer hubo biología". Esto hace que note los días uno por uno.

En la secundaria, la vida social empieza a cumplir un papel importante, por lo que además de cada día de la semana, diferencia sábado de domingo, siendo el primero un día festivo, para relacionarse con otras personas fuera del hogar, salir a comer, a tomar algo, a bailar, etcétera; y el segundo, un día de descanso y de tareas para el día siguiente. En este punto, el hombre ya es consciente de los siete días.

En la Universidad, o estudios superiores, el hombre tiende a dividir los días por horas. Ya no se trata de días, sino que las horas se hacen más fuertes, gracias a situaciones como "faltan tres horas para el parcial y aún no llegué a leer todo" o "hoy tengo filosofía nada más, son tres horas" o "dormí sólo cuatro horas". Cada hora cuenta, y puede hacer la diferencia en las actividades a realizar.

Cuando el ser humano empieza a trabajar, las horas pasan a ser lapsos de tiempo exagerados: "¡Llegaste una hora tarde!¡Ahora no vamos a poder terminar!" y empiezan a valorarse más los minutos, por ejemplo, el horario de almuerzo que, dependiendo el lugar de trabajo, va de 15 a 45 minutos, por lo que salir de la oficina a comprar una gaseosa o una comida implica quizás perder la mitad del tiempo permitido, además claro de los objetivos laborales que nos proponen: "Tenés que terminar esto para dentro de media hora..." - y la presión que todo eso conlleva -.

Pasado un largo tiempo, el hombre deja de trabajar, se vuelve viejo, su cuerpo es más débil y empieza a ser consciente de los segundos en una charla, una canción, un abrazo o un recuerdo.

Finalmente, en su lecho de muerte, contempla las milésimas de segundo en su último parpadeo.

lunes, 1 de julio de 2013

Curiosidad Dominguera.

Nunca le regales un caballo a un dentista.

jueves, 27 de junio de 2013

Un Susto

Un ejecutivo volvía a su casa manejando su auto, cuando a pocos metros de la entrada, ve un hombre sospechoso, todo vestido de negro, y parado en su lugar, sin moverse. Atento a esto, decide llamar a la policía, que no tarda en llegar al lugar y bajo las acusaciones infundadas del ejecutivo, van todos a la comisaría a declarar.

"Yo estaba llegando a mi casa, y lo vi en actitud sospechosa, así que informé a la policía lo antes posible para evitar una desgracia..." decía el ejecutivo al policía que le tomaba la denuncia. Del fondo, esposado, grita el acusado "¡Pero si no estaba haciendo nada!". El ejecutivo se da vuelta y le dice "no hiciste nada, pero estabas a punto de hacerlo. Yo conozco a la gente como vos... ya ha pasado en el barrio antes".

Enojado, el acusado grita "a ver, digame por qué me está acusando, no tengo armas, ni drogas, ni antecedentes, llevo mis documentos en el bolsillo...".

"Es fácil", dijo el ejecutivo con aire sobrador... "estabas todo vestido de negro, con la cara tapada, esperando en la esquina de mi casa".

"Disculpe, pero usted es un idiota" dijo el acusado, y continuó: "Estoy abrigado por el frío que hace afuera, que usted, dentro de su auto con calefacción no siente. Me tapo la cara para no resfriarme y tener que pagar remedios, y estaba en esa esquina esperando el colectivo, que evidentemente usted nunca toma porque se maneja en auto todo el tiempo".

"¿Y por qué vestido de negro? ¡Eso sí es sospechoso!" afirmó el ejecutivo.

El acusado sonrió y dijo "¿acaso no puedo elegir el color de mi ropa? Si vamos al caso, el color no es lo que importa, porque usted también está vestido de negro", dijo señalando al ejecutivo que vestía unos caros zapatos negros, pantalón de vestir del mismo color y una camisa blanca, que se dejaba entrever a través del saco de marca negro que la cubría.

Los policías se miraron entre sí, e inmediatamente liberaron al acusado, para esposar al ejecutivo y darle por lo menos una noche de alojamiento en el frío de una oscura celda, para darle la bienvenida al mundo real.

martes, 25 de junio de 2013

Terror al Silencio

Con la verborragia de hoy en día, en un mundo totalmente interconectado por facebook, twitter, skype y el metrobus, y rodeado por todas las publicidades que nos golpean en la frente todo el tiempo, estamos acostumbrados a gritar, una y otra vez, y constantemente para que se nos escuche, o simplemente para hacer notar nuestra presencia.

Es así, que nuestro mayor temor es el del vaciamiento palabral (?), el de dejar un segundo de silencio, de la hoja sin escribir, de escuchar el viento y de concentrarse.

Por esto mismo, (y cuando hablo de silencio también se aplica a los "silencios" escritos en redes sociales y chats) tenemos la necesidad de hablar todo el tiempo, con una, dos, o diez personas a la vez, sin aportar ningún contenido a los demás ni a nosotros mismos.

De todo esto se desprenden conversaciones como "hola, ¿como estas? / ¿bien y vos? / bien, ¿de dónde sos?", que continúa hasta que las preguntas que figuran en cualquier ficha de inscripción a un club barrial, los interlocutores se quedan sin palabras y empiezan con cosas como "ayer vi una paloma tratando de empomarse a otra" que deriva en una eliminación automática de la lista de contactos (el equivalente a una cachetada en la vida real).

En vivo y en directo, un silencio incómodo se vuelve totalmente introspectivo y empezamos a pensar "¿por qué no me habla?" - "¿le caí mal?" - "¿habrá tomado a mal mi fanatismo por comerme los mocos en público?" y en ese momento, el tiempo empieza a pasar como un cronómetro violento, que propone llegar al final de la conversación si no se llega a remontar el interés en la misma, entonces, por nuestra cabeza empiezan a pasar palabras sueltas, tales como "tragos, camiones, travestis, perros, gelatina, vomitar, video,
computadoras, facebook..." y es cuando nuestra cabeza hace un mix entre todo, y de nuestra boca sale disparada la frase "¿viste el video del perro travesti vomitando que anda por facebook?" y ahí, exactamente ahí, es cuando la conversación pasa de ser un poquito interesante, a caer en un abismo de aburrimiento y azar, que la otra persona decide declarar de desinterés nacional, y huye en la primera que puede, con la excusa "me llaman por celular", "mi vieja está enferma y tengo que ir a cuidarla", "mi novio está viniendo"
o incluso algunas menos sutiles como "sos un pelotudo" o "hacete violar por una manada de rinocerontes".

Sea cual sea el caso, remarla es importante, pero cuando no va, no va (y esto no sólo se aplica para charlas con personas del sexo opuesto, sino con eventuales amigos que uno puede llegar a cruzarse, y no tiene ni una pizca de simpatía para compartir con el/ella).

Por esto, creo que no hay que temerle al silecio, sino respetarlo y entender que cuando no hay nada para decir, lo mejor es tomarse un vaso de vodka, agarrar nuestras cosas y tratar de recordar cuál era el camino a casa.

miércoles, 19 de junio de 2013

Teoría de la llegada del Bondi

Esperando el colectivo, se nos ocurre pensar en cualquier cosa para hacer que llegue lo antes posible y así, viajar al destino deseado con la mayor inmediatez. En tiempos donde todos somos bastante descreídos, aún quedan esas pequeñas obras de hechicería, o pequeños indicadores que alivianan la espera y nos hacen creer que tenemos el control de la situación, sabiendo casi exactamente cuándo va a pasar el colectivo a buscarnos.

Es así que muchos se prenden un cigarrillo en la parada, como invocando al medio de transporte en un ritual pagano.

Otros, especulan con la cantidad de gente que, como ellos, está esperando al mismo vehículo: "Claro... hay tres personas, eso quiere decir que el último colectivo pasó hace seis minutos, si yo soy la cuarta persona, y sabemos que a esta parada llegan aproximadamente 1,2 personas por segundo, entonces el próximo colectivo debe venir en los próximos quince minutos, teniendo en cuenta que hoy es sábado y bajan la frecuencia con respecto a los días de semana, eso quiere decir que puedo ir al kiosko a comprar chicles y llego justo para tomármelo". Y es exactamente en el momento en que uno cruza la calle para ir a comprar al kiosko, cuando pasa el colectivo como un rayo, sin dejarnos la posibilidad siquiera de pensar en tirarnos debajo para frenarlo a toda costa.

Pero la que más me interesa remarcar en este momento, es la teoría que dice que cuando esperamos un colectivo y vemos pasar uno de la misma línea que va para el lado contrario (o sea, "el que vuelve"), significa que la llegada del nuestro es inminente. Creemos que si pasa su contrario, el nuestro no debe tardar, y esto es completamente falso si lo pensamos bien. Paso a explicarles:

Supongamos que la teoría fuera cierta, y siempre que pasa el colectivo que vuelve ("B"), se cruza con el que va ("A"). Okey. Hasta ahí todo en orden, tuvimos suerte, la profecía se cumple y todos contentos. Pero hay que tener en cuenta que no somos el centro del universo, y que el colectivo (por lo menos en Gran Buenos Aires -en Capital no-) tiene parada cada dos esquinas, eso significa que cada dos esquinas se cruzarían nuevamente dos colectivos. Por ende, habría un colectivo A y un colectivo B cada dos cuadras, y prácticamente no tendríamos que esperarlo jamás, ya que siempre habría uno a dos cuadras o menos de la parada en la que nos encontramos.

Siguiendo este pensamiento, la calle estaría infestada de colectivos, ya que si tocara un semáforo, de seguro se acumularían dos, tres, cuatro, cinco o más colectivos iguales, y ni hablar si hay algún tipo de accidente que corta la calle e impide el avance de los vehículos: Los colectivos coparían la calle en una fila interminable, cortando también los cruces de las calles que cortan la del accidente, creando entonces una hilera de colectivos que parte del punto de largada (terminal) hasta el del conflicto, estancándose todos ahí, sin poder avanzar ni colectivos ni autos.

Es por esto que cada vez que vean pasar un colectivo contrario al que están esperando, no deben ilusionarse con que el aventón está cerca, sino que al contrario, deprímanse porque la llegada del colectivo esperado es incierta, pero alégrense, que por lo menos no están invadiendo las calles.

lunes, 17 de junio de 2013

Clavos

En un pequeño pueblo, tres niños discutían y alardeaban de los trabajos de sus padres:

- El mío vende autos.
- El mío, casas.
- Y el mío, clavos.

Los dos niños rieron ante la profesión del padre del tercero, quien no se alteró para nada, y retrucó con lo siguiente:

- ¿Cuántos autos vende tu papa en un mes?
- 5... 6 autos.
- ¿Y cuántas casas vende tu padre en un mes?
- 1 o 2...
- Bueno, ¿Saben qué? Mi papá vende miles de clavos en una sola semana.

Y orgulloso, el niño se fue caminando contento de haberlos derrotado.

lunes, 10 de junio de 2013

Nota Editorial #11

Estimados Amigos Abismales:

Hoy, este proyecto cumple SEIS años! Y lo festejamos lanzando el Gran Abismo Ilustrado, que es la recopilación de textos de los cinco abismitos existentes, y algunos más (en total 31 textos) con nuevas ilustraciones, un formato más durable con tapas ilustración, y viene con los abismitos (infaltables) y la colección de postales rrrrelendas!
Nada más al precio de $25 pesito viste, para que todos los que lo quieran no sientan un hueco en el bolsillo, y puedan también, contribuir a que esto se siga haciendo.

De todos modos, los abismitos por separado seguirán siendo gratis, como el sol.

Gracias a los que nos vienen ayudando a crecer de esta forma, tanto a Parado en el Abismo como a Tuerquita, que viene ilustrando el mundo abismal desde hace ya más de dos años.

Les recomiendo, si quieren una oportunidad copada, de pasar hoy (lunes), martes y miércoles por la PÁGINA OFICIAL DEL ABISMO vamos a estar sorteando algunos ejemplares para que los primeros en tenerlo, lo tengan GRATIS! :D

Pronto, para que vayan manijéandose también... Nueva generación de abismitos (gratis, como el sol), nuevas postales (que están en camino) y por supuesto, nuevos textos con la mala onda de siempre.

¡Los odio a todos!

Pebablds
Vicepresidente Junior.



lunes, 13 de mayo de 2013

Amor Simultáneo


En la oscuridad de la sala del cine, en plena escena típica de película romántica, una señora casi sexagenaria se levanta de su butaca para ir al baño un momento. Al pasar por el medio de la fila, un hombre, también casi sexagenario, se la queda mirando. Cuando la señora estaba por llegar a la entrada, el hombre se para de golpe y grita "¡Mónica!". Algunos espectadores lo miran de reojo, y se escuchan algunos "shh" en la sala. El hombre, sin prestar atención a esto, vuelve a gritar "MÓNICA!", siendo más los que empiezan con quejidos, mientras trataban de no perder el hilo de la historia romántica que se proyectaba en la pantalla.

La mujer se da vuelta, se acomoda los anteojos y se acerca de a poco. El hombre, atolondrado, se pasa por encima de las rodillas de algunas personas, que se iban quejando mientras el hombre les tapaba brevemente la visión.

Al estar un poco más cerca, la mujer sonríe y grita "Tomás!" y a pesar de los insultos de la gente, se fueron acercando.

"¡Tantos años!, pensé que..." grita Tomás desde varias filas atrás. "¡Jamás! ¡Te busqué todo este tiempo!". La gente empezaba ya con insultos más subidos de tono, y algunos pochoclos volaban azarosamente por el aire, buscando la cabeza de alguno de los dos.

Corrieron lo que sus rodillas les permitieron, ella por el pasillo, él pasando con dificultad por encima de la gente, hasta que por fin, se encontraron en medio de la fila, entre butacas, y se tomaron las manos mientras se miraban fijamente a los ojos, los dos de pie, bajo una lluvia intensa de pochoclos, papeles, golosinas, y gritos de "¡SIENTENSE VIEJOS!".

"No puedo creer que estés aca...", dijo Tomás. "Jamás pensé que te volvería a ver", dijo Mónica con decenas de pochoclos pegados en los rulos rubios que aún se mantenían justo como Tomás los recordaba. "¡CÁLLENSE POR FAVOR!" gritó uno que estaba dos filas más adelante. "¡SIÉNTENSE FORROS!" gritó el de la fila de atrás, al que la pareja tapaba la visión.

"No vamos a volver a estar lejos uno del otro" dijo Mónica, con los ojos llenos de lágrimas. "Jamás voy a dejar que el destino nos vuelva a separar", dijo Tomás, apretándole las manos un poco. "¡PERO NO SE PUEDE VER LA PELÍCULA ASí!" - "¡ESTO NO SE PUEDE CREER!" gritaban los espectadores, ya bastante furiosos.

Tomás y Mónica seguían mirándose fijo, de pie, en medio de la sala del cine. Se miraban tan fijamente que hasta sus miradas molestaban a los que los rodeaban, pero poco les importaba, a pesar de que, como el pocholo se les había acabado, empezaban a revolear baldes y vasos de gaseosa a medio terminar. Sus cabezas se atrayeron mutuamente y comenzaron a besarse, mientras en la película se veía a los protagonistas caminando por un parque, y la sala era un caos de gritos, insultos y objetos voladores comestibles.

Mientras se besaban, al tiempo que tapaban la visión de gran parte del público y molestaban a la parte restante, un guardia llegó y les pidió que se retiraran, pero ellos no lo escucharon. El guardia, tras varios intentos, se dio por vencido y se fue, causando más abucheos del público.

La gente, una a una empezó a irse, mientras algunos seguían tirándoles lo que encontraban a la pareja de ancianos. Cuando ya no quedaba nadie en la sala, solo ellos, cayeron que estaban en una sala de cine, ahora vacía, y se dieron cuenta de lo que habían provocado. Se echaron a reir como dos adolescentes, mientras, solos, se sentaron a ver los últimos minutos de la película, abrazados y cubiertos de una capa pegajosa, producto de las gaseosas, caramelos y pochoclos con que les habían tirado.


Pero no todos se habían ido de la sala, sino que un hombre se había quedado mirando todo desde algunas butacas atrás. Al encontrar a la pareja abrazada, se presentó y les ofreció, ya que el era un gran director de cine, llevar su historia a la gran pantalla.

Un año después, la película fue todo un éxito y los cines se abarrotaban de espectadores. ¡Claro! La gente siempre prefiere ver lo que sucede en la pantalla, perdiéndose así mil historias mejores que ocurren justo frente a sus ojos.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Límites

- Disculpe señor, creo que ya ha tomado suficientes colectivos por hoy.
- ¡Yo diré cuando sean suficientes!

miércoles, 1 de mayo de 2013

MORBIDA SILLA - Cadáver Exquisito Comunitario #3


Mórbida silla matambre bañera moldear ultrapindonga! Ilusionado viaje lúgubre. Churrasco almendra por porcelanato alpargata sibióticamente papanata maduro playa. Reacción oboe escalofríos desencuentro despedida ardilla, almohada cuando Nafrifrú significaciones hongo percha lucero, indirectamente de pluscuamperfecto interesantes.

Sol inmortal unicornios monstruoso!!!

Penumbra marote papanata análisis canchero glucosa mientras marsupial quebrado ruta camisón final, ¿chancho? Pánico poema claridad panda; estas se amigo pantuflas!!

Parlante familia, psicólogo lunas perro viejito amargo pedido transparente. ¡Asesinos! Lagarto pato chanchullo! Olvidemos verde: Mermelada imagina uva mucho, teclado tortícolis impresiones idea: Violeta calamitoso Francia cumpleaños un matador galería distraída delicia, nebulizador yo cascote miradas. Lluvia. Moco ¿qué?

Gatito, lagartos colgada! Iodopovidona! Parásito: Cactus fotografías pensamos indeleble cantando fotos asusta siempre distancia paupérrimo ñoqui dirigía chingoso. Con abeja falsa esa aleteando mortadela palurdos. Volando.

Centinela.
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Para los que no saben:
Este fue el resultado del tercer cadáver exquisito de Parado en el Abismo, convocatoria que fue organizada por Facebook, (http://www.facebook.com/pages/Parado-en-el-Abismo/181490181887329) donde cada uno que lo desee, debía enviar una palabra para que, por orden de llegada, se arme este texto. Entre los participantes, se sortean cinco colecciones completas de abismitos + postales coleccionables.

Para los que sabían:
¡Gracias! :)

Los ganadores se darán a conocer el por Facebook, ¡Estén atentos al Facebook! (De todas formas, serán avisados por mail aquellos que hayan ganado).

Los odio a todos, como siempre!


Miren los resultados de los Cadáveres anteriores ACA!
http://www.paradoenelabismo.com/search/label/cad%C3%A1ver%20exquisito

martes, 23 de abril de 2013

Un Péndulo

Frené un péndulo en los bolsillos de la simpatía, que atemorizaba los azares más inoportunos, mientras un ángel en llamas tocaba las últimas notas con su arpa.

Un espacio lleno de invisibles, respiran un aire denso y profundo que en agudas estocadas los destruye. Cada centímetro cúbico de aire los desangra.

Caen los cuerpos rosados sobre la esfinge. Tratan de suspenderse, pero caen, y esa fuerza opuesta los comprime y los mueve de un lado a otro, como un péndulo en un bolsillo.

jueves, 18 de abril de 2013

Collage


De chiquito me decían que tenía que andar con ojos atrás de la cabeza, que trabaje a cuatro manos, que cada tanto baile en una pata, que comía como si tuviera cuatro estómagos, pero que estaba flaco como una escoba, que tenía dientes de caballo, ojos de huevo duro, pelo de alambre, piernas de escarbadiente, panza de cerveza, cuello de tortuga, que nadaba como un delfín, pero corría como una marmota, que hacía cagadas como un pato, que hacía pis como una vaca y que saltaba como una liebre, que me peinaba como de otra época, que mi pelo era de paja, que mi barba parecía una virulana, que tenía voz de pito, que cantaba como un chancho apuñalado, que tenía manos ásperas como de lija, y resbalosas, como de manteca, que tenía una lengua larga, una mirada de águila y orejas de raviol, pelo como un oso y venenoso como una serpiente.

Debe ser por eso que también dicen que soy un monstruo.

domingo, 14 de abril de 2013

De Lugares...


Siempre que pensamos en un lugar, nos imaginamos un espacio físico que cumple con determinadas características de ubicación, de geografía, pero olvidamos el otro cincuenta porciento de la definición, que es el tiempo.

El concepto de "lugar" entonces, responderá a la combinación entre un espacio geográfico y un momento determinado. Para graficar mejor la idea, basta con imaginar una proyección temporal a futuro o a pasado: Es posible que alguna vez, el punto exacto donde nos encontramos haya sido atravesado por una estampida de dinosaurios, o quizá fue la base de una montaña, o un punto en medio de un mar.

A futuro, podemos decir que "el lugar donde estamos", podría ser otra cosa, si las paredes son derribadas para modificar el espacio, y sin ir más lejos, sólo cambiando los muebles de posición estamos generando un nuevo lugar, sin cambiar la estructura edilicia.

El concepto de lugar, corresponde al de una foto, que retrata para siempre un punto determinado en un tiempo congelado.

Es por esto mismo que uno puede irse de su lugar favorito por años y al volver se sienta ajeno, extranjero, porque pueden permanecer muchas cosas de nuestro sitio, pero a veces, los mínimos cambios, de limpieza, de pintura, de descuido o de un orden distinto, destruyen al lugar, lo mutan y caemos en la realidad que nos golpea diciendo que ese espacio ya no existe más.

Sin ir más lejos, el movimiento constante del planeta y del universo en general hacen que cada segundo se modifique el espacio (al igual que se modifica el tiempo constantemente, aunque a niveles tan grandes que no podemos percibir, siendo solo partículas diminutas).

Sólo queda la nostalgia de algún recuerdo, y con suerte, varias fotos que intentaremos recolectar para cerrar los ojos y respirar de nuevo el aire y sentir que estamos nuevamente en el lugar que ahora ha desaparecido del universo para siempre.

jueves, 4 de abril de 2013

Odio X (Vamolospibe)

Bueno. Hola.

Este es un post con una carga emotiva muy fuerte, que penetra en los vericuetos de las más macizas sensibilidades. Por un lado, es un placer haber llegado al décimo odio, que es fruto de las atrocidades diarias que nos toca vivir. Ustedes, estimados lectores, colaboraron cada uno de forma desmedida, ya que el odio que tengo hacia ustedes es inmenso, y me ayuda a continuar con la complicada tarea de odiar un poco más cada día.

Por otro lado, me enorgullece comentarles que esta es la entrada número 200 en este pequeño Abismo.

Son todos números, sí, pero cuando uno llega a un número redondo, múltiplo de diez, cien, mil, etc, siente un  objetivo cumplido, y una cuenta regresiva que se resetea para empezar de nuevo, pero desde una altura diferente. El abismo, sin embargo, crece hacia abajo, haciendo más profunda su oscuridad, y así me gusta que sea.

Estén atentos que dentro de poco explota el Gran Abismo Ilustrado, una publicación que abarcará los confines del abismo en papel y tinta, como debe ser. Vean las novedades en www.facebook.com/paradoenelabismo

Ahora, sin más preámbulos, y antes de que se pongan a llorar de la emoción, los dejo con el odio.

Nuevamente, los odio a todos.

Pebablds
Vicepresidente Junior

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Odio que te digan "Gracias igual", es totalmente ofensivo: Es como que hiciste todo lo que pudiste, pero a pesar de todo no fuiste de utilidad, y te lo agradecen por compromiso.

Odio los que te piden ver la foto apenas la sacas: Acabás de vivirlo!! Para qué querés ver la foto inmediatamente después?

Odio los charcos post-lluvia, que quedan camuflados generando grandes trampas húmedas: Es engañoso y desesperante... si venimos zafando de mojarnos, con esto no sólo terminamos por empaparnos las medias, las zapatillas y el pantalón, sino que automáticamente pasamos a tener un humor de mierda.

Odio a los que no se comen las aceitunas: Eso implica que yo deba comerme todas las aceitunas de una pizza, y me hace mal comer tantas!!

Odio a la gente fotogénica: Son tan... lindos.

Odio el trámite para sacar el DNI: Tenés que estar a las seis de la mañana para que empiecen a atender a las ocho, con el riesgo inminente de que los números que entregan no lleguen a tu lugar y tengas que volverte derrotado e intentar al día siguiente.

Odio las tapas de inodoros que se caen solas: Es incómodo ir a hacer pis y tener que hacer equilibrio para sostener la tabla con una mano, agarrar el elemento en cuestión con la otra y tratar de mantener el equilibrio hasta que todo termine.

Odio los días de humedad: Me baño y salgo igual a como entré. Es un círculo vicioso. Aparte se me pega toda la ropa.

Odio los que odian a Justin Bieber: Seguro más de la mitad ni lo conoce. (Yo tampoco lo conozco, pero odio a todos los desconocidos por igual).

Odio que internet se me corte por días: VOLVE!

Odio lavar los platos: Puedo cocinar, barrer, limpiar, ordenar, encerar, gritar, llorar, coser, cortar, mover, tirar. Pero no me gusta lavar los platos!

Odio los impuestos a las importaciones: Si quieren fomentar la industria nacional, no hagan imposible la compra de artículos en el exterior, simplemente, produzcan cosas de calidad en el país!

Odio que facebook cambie todo el tiempo de apariencia: Loco! Pongan algo que dure! Me tienen podrido.

Odio la mayonesa: Ya se habrán dado cuenta.

Odio los sánguches de miga de pickles: ¿Había necesidad de hacer eso?

Odio los día de humedad: Déjenme respirar en paz!

Odio Parado En El Abismo.

viernes, 22 de marzo de 2013

El Lugar Feliz (Parte III)


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No supe cuánto tiempo estuve allí. Quizás fueron dos horas, quizás diez días. No sabía qué pasaba afuera. Hasta las voces de mi cabeza hacían eco en la oscuridad de tan pequeña habitación. Un leve olor a humedad se desprendía de las paredes. A veces, buscaba con mis manos para encontrar huecos, texturas, tocaba la puerta, jugaba con las betas de la madera que podía sentir. Trataba de imaginar cosas para que el tiempo pase, y esperaba que la puerta se abra lo antes posible.

A veces, de tanto pensar me quedaba dormido y me despertaba sin tener noción incluso de mi posición. Por momentos, dudaba si estaba de espaldas, de cabeza, de frente o de costado. Sólo me orientaba porque sabía que la puerta estaba en lo que yo imaginaba como el frente. Mi único pasatiempo, aparte de pensar cada vez más en mi objetivo de escapar de ese lugar, era contar. Contaba para no perder la cordura. A veces en voz alta, a veces susurrando y a veces, cuando no tenía muchas energías, mentalmente, pero siempre me perdía y debía empezar de cero.

Mis ojos se cerraban despacio por el cansancio, cuando oí un golpe en la puerta, como si alguien, del otro lado, posara firmemente su mano en el picaporte. Ruido de metal chocando entre sí, y el sonido de una llave acertando en su hendidura, para luego dar dos giros. La puerta permaneció inmóvil por unos segundos, hasta que se abrió apenas un poco. Me quedé esperando a que algo más suceda, pero nada cambió. Sorprendido, seguí la pequeña cortina de luz que se filtraba por la puerta entornada, y la abrí. La luz del sol me resultó insoportable, así que retrocedí, y fui adaptándome de a poco al brillo, recuperando de a poco mi visión. Al hacerlo, descubrí vidrios en el piso, una de las ventanas que daba al patio estaba rota. Seguí por el pasillo lentamente, no había nadie. Un florero caído de su estante desparramaba tierra por el piso encerado del corredor. Una de las paredes se veía repleta de dibujos de crayón, mientras que en el piso, algunos envoltorios de alfajores se mecían con la brisa que corría.

Caminé midiendo cada paso por el largo pasillo, hasta dar con la puerta de salida. Miré a ambos lados y traté de abrirla. Cerrada, como siempre lo estuvo. Miré nuevamente para saber si alguien podía oírme, y empecé a forcejear la puerta. Parecía imposible. Y lo fue. Desistí y volví por el pasillo, sobre mis pasos, para dar con el otro pasillo, que conectaba con la cocina. La luz que entraba por esa puerta era más brillante, porque el ventanal capturaba todo el sol, así que desde lejos podía verla. Me acerqué, y escuché voces. Al asomarme, pude ver a todos los niños del orfanato sentados sobre sus rodillas, cabizbajos. Era extraño que todos estén ahí.  A su lado, dos de los cuidadores los vigilaban, inmóviles.

Por la puerta del otro lado de la cocina, entró otro cuidador que llevaba a Sergio del brazo.
-Acá está -dijo el cuidador a los otros dos.

-Al fin, el creador de todo esto. -gritó otro en voz alta para que todos lo oigan.
-¿Así que vos fuiste el que empezó todo? - Dijo uno de los cuidadores, acercándose a Sergio.
- ¡Yo no fui! - dijo Sergio mientras se movía tratando de despegarse de la mano que lo retenía.
En ese instante, una llave cayó del bolsillo de Sergio al piso. Un cuidador la levantó y se la mostró a los demás.
-¡La llave del cuarto ciego! - dijo uno, y comenzó a caminar hacia la puerta desde donde yo miraba todo.
Me hice para atrás rápidamente y empecé a gatear para evitar que me vean. En seguida una mano vino de mis espaldas y se posó sobre mi hombro. Al darme vuelta, era otro de los cuidadores, que me agarró violentamente del brazo y me llevó a la cocina.
-¡Traje al otro! - gritó. Los otros asintieron.

Me empujaron al lado de Sergio, nos miramos y sonreímos, y quedamos de frente a los demás chicos. Algunos tenían cara de preocupación, otros, de miedo. Todos buscaban ojos cómplices en los demás, algunos se rechazaban, otros se encontraban. Se olía una confusión. Empecé a marearme, sintiendo un fuego en mi interior. Recordaba todo, desde mis primeras imágenes en el orfanato cuando era apenas un niño de 4 años, hasta las últimas, donde me encerraron en un cuarto totalmente a oscuras. Todo parecía tan bueno, tan real. Así que di un salto sobre una de las mesas, y frente a todos, empecé a gritar.

-¿No ven que somos muchos? ¡Podemos irnos ahora mismo si queremos!
Todos, incluyendo los cuidadores, abrieron los ojos sorprendidos. Y continué.
-Siempre vivimos felices, nunca nos faltó nada, pero vivimos encerrados. ¿Cómo somos libres entonces? ¡Vamos a salir de acá!

Todos los chicos se levantaron y empezaron a correr por la sala, mientras los cuidadores los perseguían, tratando de agarrar a alguno de un manotazo al aire. Dos se abalanzaron sobre mí, pero pude esquivarlos y correr fuera de la cocina. Me siguieron por el pasillo a toda velocidad, yo iba tirando cosas al pasar para tratar de detenerlos, pero era inútil, sabía que no había lugar donde correr, que todo estaba cerrado y no podría ir a ningún lado. Llegamos al final del pasillo, justo frente a la puerta de salida. Empecé a tironear del picaporte, pero fue en vano, mientras veía de reojo a los cuidadores acercándose furiosos. Seguí forcejeando sin éxito, hasta que los cuidadores estaban cerca. Uno, se dirigió a mí:
-No sé por qué tanta manía con irte, ¡si acá les damos todo!
-Todo no. No me dieron la posibilidad de elegir.

Uno de los cuidadores se abalanzó sobre mí, pero pude escabullirme por entre sus piernas, y corrí de nuevo por el pasillo, en dirección opuesta. No me quedó más remedio que volver a entrar a la cocina, puesto que más adelante estaban los demás cuidadores persiguiendo a los otros chicos. Fui directamente hacia la puerta opuesta por la que había entrado, pero también estaba cerrada. Dos cuidadores entraron y cerraron a su espalda la puerta con llave. Uno tenía una bolsa de arpillera y el otro una soga. Trataron de reducirme, y de ponerme la bolsa en la cabeza, pero pude saltar por entre ellos con mis últimas fuerzas. Estaba agotado. Toda la debilidad acumulada en la oscuridad, más las recientes corridas me habían dejado unos cuantos raspones que ya empezaban a arder, la frente transpirada y las rodillas temblando.  Eso, sin contar los nervios y el dolor en la cabeza y en la boca del estómago. Quedé de frente al ventanal, de espaldas a la mesa, y de costado a los cuidadores que venían hacia mi. De un pequeño empujón, me subí a la mesa, era mi oportunidad, la última chance de salir. Tomé carrera tirando unos platos al piso y avancé. Al llegar
al borde de la mesa, salté con las fuerzas que me quedaban.

Pude sentir el aire rozando mis orejas, enfriando un poco más el sudor en mi cara, refrescando los raspones, y el impacto contra el vidrio. El gran ventanal voló en mil pedazos. Sentía cómo los vidrios rozaban mi piel, algunos superficialmente, otros se enhebraban y enterraban en mis músculos, mientras otros simplemente caían. Y también lo hice yo. Caí al piso, pero no al piso de la cocina. Era el pasto del jardín, aquel que siempre me habían prohibido pisar. Al que nunca me dejaron ir. Ahí estaba, tumbado en él, mezclándolo con mi sangre. Apoyé la cabeza de costado en la tierra. No tenía más fuerzas. La luz era intensa. Sentí primero un dolor muy fuerte en todo el cuerpo, miles de agujas picándome los brazos, las piernas. Las articulaciones dolían, la cabeza pesaba diez veces más. De a poco, en un degradé, todos los dolores se juntaron y se transformaron en calor. Sentía mi cuerpo volverse tibio, mientras mis ojos seguían mirando a la calle. Mis ojos, entre encandilados y cansados, comenzaron a ver cómo un auto se detenía en la vereda. La visión se fue haciendo un poco más borrosa, ya no distinguía formas concretas. El sonido se volvía grave y confuso. Mientras se cerraban lentamente, mis ojos pudieron distinguir dos siluetas que se bajaban del auto y se dirigían a la puerta del orfanato, parecían no haberme visto. Y finalmente, la oscuridad de nuevo.

Me quedé con esa última sensación tibia, con el dolor intenso que se transforma en calor, y con una sonrisa de haber por fin logrado traspasar los muros de aquel lugar que se suponía debía darme todo, pero no pudo con lo más simple.

Y así, otra vez en la oscuridad, me sentía victorioso.

Había llegado a mi lugar feliz.

jueves, 14 de marzo de 2013

El Lugar Feliz (Parte II)


(Escenas del capítulo anterior, click acá)
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II

La cena de ese día fue lenta. Me tocaba ayudar en la cocina cortando verduras, poniendo la mesa y sirviendo los platos. Apenas pude comer. Tenía intriga de todo. De mis padres, de por qué era tan difícil salir afuera a pesar que decían lo contrario, de ver el mundo, de explorar... así que mientras todos conversaban yo me hundía más y más en pensamientos, preguntas que me autorespondía, las pensaba nuevamente, refutaba todo lo que acababa de afirmar y empezaba de nuevo. Así fue como llegó la noche, y mientras hacíamos las camas, hablé con Sergio, el mejor amigo que tuve, el único ser humano en el que confié toda mi vida plenamente. Mientras las sábanas se extendían, le pregunté:
- Sergio... ¿vos estás bien acá adentro?
- ¡Claro! La habitación es genial... tenemos luz del sol de día...
- ¡No, no la habitación en sí! Este lugar... el orfanato...
- ¡Sí! Cómo no vamos a estar bien si nos salvaron de estar allá afuera, donde hay tantas cosas horribles.
- ¿Y nunca te preguntaste cómo es allá afuera?
- No hace falta... con todo lo que nos dijeron... Gente que te quita tus cosas, que te lastima, accidentes, multitudes apuradas, mal humor, violencia... prefiero quedarme acá y estar seguro.
- ¿Y nunca te dio intriga?
- Me saco las dudas con todo lo que me cuentan, y realmente no tengo ningún motivo para salir de acá... ¡si estamos bien!
- Y si hubiera alguna razón, una sola, para intentar salir... ¿lo harías?
- No creo... me gusta mucho este lugar.
- Yo encontré mi razón. Y quiero salir de acá.
Discutimos un rato, porque Sergio afirmaba que ese era el mejor lugar para quedarse, mientras que yo sostenía que valía la pena arriesgarse a salir para conocer a mis padres.

A pesar que no estaba de acuerdo conmigo, Sergio se ofreció a ayudarme. Nos quedamos un rato, sentados en la cama, ideando un plan en voz baja para que el personal del orfanato no nos escuchara. La idea era simple: Esa misma noche, cuando todos duerman, nos colaríamos en la cocina. Llenaría la mochila de agua, algunas frutas y comida, y luego un abrigo. Después, Sergio vigilaría que todos estén en sus habitaciones mientras yo robaba las llaves de la puerta principal y escapaba, dejando la llave del lado de afuera. Una vez fuera, Sergio cerraría la puerta desde adentro y volvería a poner la  llave en su sitio, para luego volver a dormir.

Entonces esperamos. Las luces no brillaban más, el silencio recorría los pasillos que se veían un poco más lúgubres y aún más largos por la oscuridad que luchaba contra la luz de la luna. Salimos al corredor, y empezamos. Nos separamos, mientras yo juntaba comida, mirando hacia afuera por el gran ventanal, sabiendo que pronto vería esta misma imagen, pero desde el otro lado del vidrio, Sergio vigilaba desde el baño, el único lugar poco sospechoso para permanecer a esa hora. Luego, salí y entré a la oficina, una pequeña habitación con cuadros viejos, una planta alta medio seca y un escritorio tradicional con papeles y algunos cajones. Empecé a revisar en los cajones buscando la llave, cuando escuché pasos en el pasillo. Me quedé quieto, inmóvil, bajo el escritorio. Los pasos se detuvieron justo en la puerta, oí murmullos y el picaporte que giró lentamente hasta que la puerta se entornó. Una mano se asomó, buscando el interruptor de luz. Lo encontró. Mis ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse al cambio brusco, y mientras la visión se me aclaraba, escuché la voz de uno de los cuidadores:

- No hace falta que te escondas, sabemos que estás acá y lo que estás buscando. Las llaves las tengo en mi mano en este momento.

Salí lentamente de abajo del escritorio, y vi a uno de los ciudadores con una mueca de entre enojo y desilución en la cara, y al lado, llorando en silencio, como conteniéndose, Sergio, que levantó la mirada con verguenza y me dijo:

- Perdón... no quería que corras peligro allá afuera.

Bajé la mirada, triste, y me dejé llevar por el cuidador. Me sentaron en una habitación, pidiéndome explicaciones de porqué quería escapar. Yo no contestaba. En mi cabeza, se trenzaban imágenes de los intentos fallidos de huir, primero con inocencia, luego a drede, repasaba una y otra vez todo lo vivido, a Sergio, la traición. No podía confiar más en nadie. Y mientras yo pensaba esto, llovian preguntas cada vez más incisivas, a las que yo no prestaba atención. Lo único que llegué a escuchar fue "La habitación ciega" y fue ahí que volví, nervioso, a mirar a los que me interrogaban.

-Este comportamiento no puede repetirse, ni debe pasarse por alto. Vamos a llevarlo a la habitación ciega.

Yo quería reaccionar, pero entre el miedo y la impotencia de no poder correr, sabía que no tenía opción. La traición de Sergio me había dejado débil, tanto física como mentalmente, y sentía que no tenía sentido hacer nada. Uno de los cuidadores me agarró firmemente de una mano y me sacó de la habitación.

Al salir, muchos de mis amigos estaban en el pasillo, porque se habían despertado por el alboroto. Dos cuidadores los mantenían a raya, y Sergio me miraba pasar, aún con lágrimas en los ojos, mientras me llevaban a la habitación ciega.

La habitación ciega era el más temido de los castigos. Sólo vi una vez entrar a alguien allí, y nunca se supo qué había hecho para merecerlo, pero al salir, nunca quiso hablar más con nadie. Se trata de pasar un tiempo indefinido en una habitación que apenas tiene la anchura para sentarse, totalmente a oscuras. Esa habitación queda exactamente en el medio de la casona, y tiene una puerta vieja de madera, de esas gruesas, donde el sonido no entra ni sale.

Y así, ante la vista de todos y sin oponerme, entré a la habitación ciega. La oscuridad total me mareó cuando cerraron la puerta, perdí la orientación en pocos segundos, y lo último que recuerdo de esa noche es el ruido del metal de las llaves oxidadas girando en la cerradura, provocando un leve eco, que al disolverse en el escaso aire de la habitación, dio paso a un silencio sepulcral.

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CONTINUARÁ DE NUEVO!

lunes, 11 de marzo de 2013

Curiosidad Dominguera

Claramente, las hojas que no caen en otoño son hojas hipsters.

viernes, 8 de marzo de 2013

El Lugar Feliz (Parte I)


Siempre dijeron que podía salir del orfanato cuando cumpliera dieciocho  y hacía ya varios años esperaba ese momento. Nunca nos dejaban salir a la calle, aunque cubrían satisfactoriamente todas nuestras necesidades: Cada uno de nosotros hacía distintos tipos de trabajo para mantener tanto el edificio como para ayudar a mejorar la calidad de vida de nuestros compañeros. Entonces, un día tocaba cortar el pasto, otro, cocinar, lavar los platos, barrer, cuidar de los más chicos, etc. La pasábamos muy bien y por suerte nunca nos faltó nada, pero nunca escuché a ninguno preguntar si podía ir a la calle, o si por lo menos podía salir a hacer las compras.

Recibíamos educación dentro del orfanato, en unas aulas muy lindas y bien decoradas, donde varios profesores de distintas disciplinas nos llenaban de saberes con la mejor de las pedagogías y un trato excepcional.

También nos enseñaban a realizar tareas cotidianas y de la casa, para que después podamos desempeñarlas y colaborar, como dije anteriormente, y cada uno podía elegir a su gusto qué actividades extra realizar, entre varias disciplinas deportivas, artísticas y de oficios en las instalaciones del orfanato, que tenía talleres de arte, un gran parque con varias canchas y lugares donde realizar casi cualquier actividad.

Realmente todos estaban muy a gusto, pero desde hace unos años, siempre soñé con conocer a mis padres y esperé a cumplir los dieciocho para poder atravesar la puerta es ir en su búsqueda. Al día siguiente del festejo, armé mi pequeña mochila, acomodé mi espacio, saludé a todos con varios abrazos y un par de lágrimas, y emprendí el camino por el pasillo que daba a la puerta de calle, que por las tardes siempre estaba sin llave. Al poner una mano en el picaporte, el cuidador se acercó a mi con una sonrisa, poniendo su mano contra la puerta, y me preguntó "Así que no estabas bien acá... es una lástima...". Lo miré fijo y le contesté "Es que necesito conocer a mis padres". El cuidador, aún sonriente, abrió la puerta de par en par y me dijo "Bueno, andá. Yo hablé con tus padres y están bien, pero si querés buscarlos, podés ir tranquilo". Abrí los ojos sorprendido y le pregunté si sabía dónde encontrarlos, y me dijo que aún no, pero que querían pasar a visitarlo en unos días, así que era mejor que permanezca allí hasta ese momento. Le dije que quería hablar con ellos, y me dijo que debía buscar el número, me invitó a pasar de nuevo, a volver a mi habitación a esperar un rato a que lo encuentre, así que lo hice.

Sentado en mi cama con una gran sonrisa, me tiré boca arriba y mirando el techo, pensaba en qué lindo iba a ser el reencuentro, después de tantos años, de tantos recuerdos borrosos que tengo de la infancia más tierna. Sin querer, y por el cansancio de la emoción, me quedé dormido.

Me despertaron para la cena y hoy me tocaba lavar los platos, así que comimos en la mesa del comedor, que es una gran habitación con un techo muy alto y un ventanal enorme que da directo a la calle. Recuerdo que siempre nos sentamos a mirar a través del ventanal y jugamos a predecir de qué color iba a ser el próximo auto que pasara por la calle. ¡Nos daba tanta intriga viajar en auto! Nunca habíamos salido de acá...

La cena transcurrió como siempre, y mientras lavaba los platos, le pregunté al cuidador por el número de mis padres. Respondió que era mejor buscarlo al día siguiente, con más luz.

Los siguientes cinco días, fui escuchando diversas razones, motivos o excusas por los cuales el número no aparecía, y decidí abandonar la espera para irme, ahora sí, a buscarlos personalmente. Entonces, volví a guardar todas mis pertenencias y emprendí hacia la puerta. Es vez, extrañamente la puerta estaba cerrada con llave, y no encontré a ninguno de los cuidadores para preguntarles. Al no tener otra forma de salir, y ya un poco irritado, me fui a dormir.

Al día siguiente, encaré a uno de los cuidadores, "Me quiero ir", dije firmemente, y él expuso una serie de explicaciones-excusas para no me fuera, a lo que yo respondí "Me quiero ir", y haciéndome preguntas que trataban de confundirme y de tratarme como si estuviera menos preciando el lugar, ya un poco nervioso, puso su mano en mi hombro y me dijo "lo siento". Dio media vuelta y se fue, dándome la espalda, dejándome paralizado.

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CONTINUARÁ... (muejeje)

domingo, 3 de marzo de 2013

La Hora Mágica


Nos delizamos en la hora mágica como la espuma en la cuesta de una ola, esperando tocar la orilla. ¡Claro! Las olas nacen cuando el mar avisa que va a llegar a la costa, ¿De qué otra forma entonces podría llegar a causar semejante alboroto?. En altamar no hay olas, sólo sinuosidades que mecen las burbujas de aire que se escapa de las píedras que habitan en el fondo, esas criaturas milenarias e inmóviles que no sangran ni lloran. Por eso, en la hora mágica pensé en las piedras. Si bien estaba herido, no podía sangrar, no podía permitírmelo y debía dejarme llevar por la luz anaranjada, hasta que la calma se interrumpa de golpe ante el aviso desesperado de la pronta colisión con la playa, en una ligera explosión de iodo y arena que acabaría con todo, con todo, menos con los minutos restantes de la hora mágica.

martes, 26 de febrero de 2013

Las Notas


Cuando nos enfrentamos al terror de tener que incorporar conocimiento de una materia específica para una fecha acordada (de prepo) por una persona al servicio de la enseñanza, odiamos a los creadores de Matrix por graficarnos una máquina a la que podríamos conectarnos y aprender Kung Fu en cinco segundos la cual todavía no se ha inventado. Odiamos también, el hecho de que por más que el examen haya sido avisado con más de una semana de anticipación, no es sino antes de los últimos dos días que nuestro cerebro logra entender lo que está sucediendo y nuestra situación académica frente al exámen, la asignatura y nuestro mismísimo futuro.

Luego de fundir neuronas, quemar pestañas, abusar de nuestra masa encefálica, irritar nuestros ojos e inundar nuestros cuerpos con energizantes, viene la experiencia, que quizá merezca un texto aparte, pero no es ella la que nos importa esta vez, sino más bien el resultado de nuestras sonatas más hermosas que el profesor traduce en una nota numérica, que más allá de que nos hayamos roto nuestro querido trasero estudiando, siempre tenemos nervios de recibir.

(Vale aclarar que aprobamos con cuatro)

Es así como podemos traducir las notas en un exámen escrito:

Si te sacaste...

...un 0, el profesor se dio cuenta que eras vos el que ponía material fecal en la birome que él se llevaba a la boca.
...un 1, por lo menos no es un ausente. Igual la pasaste bien escabiando toda la semana, no te preocupa.
...un 2, es que pusiste tu nombre, la fecha, y dibujaste un hermoso sol que representa al clima actual.
...un 3, es que te tomó lo que dijiste "esto no lo va a tomar".
...un 4, es ahí... estudiaste para un seis, pero no pudo ser.
...un 5, es "estabas ahi, pero dijiste algo que sorprendio al profesor".
...un 6, es "estabas ahi, pero hiciste reir al prefesor dos o tres veces con tus respuestas".
...un 7, estaba para un 6, pero le caés bien al profesor.
...un 8, todas las respuestas estaban bien, pero tenías muchas faltas graves de ortografía.
...un 9, te merecías un 10, pero el profesor te odia.
...un 10, seguro es un error del profesor.

Mientras que en un exámen oral, pasa lo siguiente:

Si te sacaste...

...un 0, es prácticamente que pasaste a decir "no estudié, puto!".
...un 1, idem el punto anterior, pero sin el "puto".
...un 2, trataste de decir algo, pero las "lagunas mentales" te jugaron una mala pasada. (Supuestamente estudiaste... SUPUESTAMENTE).
...un 3, la remaste, la remaste hasta que dijiste una burrada que no pudiste remontar en la primera pregunta, y el profesor gritó NEEEEXT.
...un 4, mechaste dentro de la exposición algunos temas de la vida cotidiana y le contaste al profesor de cómo el gato de la vecina usa de baño tu jardín (porque sabés que al profesor le pasaba lo mismo y generaste empatía).
...un 5, es que lo que dijiste lo dijiste bien... pero usando monosílabos.
...un 6, lo que el profesor preguntó, lo sabías, pero empezaste a tartamudear y a babear tanto que decidió conformarte con un seis y ahorrarte el ridículo.
...un 7, estudiaste un día antes y funcionó. Vamos todavía!
...un 8, estudiaste dos días antes, así cualquiera!
...un 9, hablaste sin parar, contestaste todo y mucho más de lo que te preguntaban, pero por egocéntrico te bajaron un punto.
...un 10, te tomaron último y la clase terminó hace diez minutos, estás sólo en el aula con el profesor, te hace tres preguntas y las contestaste cortitas y al pie.

Corta la bocha.

Y es así como nuestro futuro se va forjando, a raíz de las calificaciones que vuelcan nuestros docentes según nuestro desempeño áulico.