lunes, 24 de enero de 2011

El Pasaje de Vuelta

Hay quienes prefieren cometer los errores por sí mismos para ver cuánto duelen, que prefieren saber en carne propia lo que duele ponerle sal a las heridas. Estos párrafos son para los que no. Estas líneas son para los que, muy astutos, se anticipan a sus propios errores sólo viendo y evitando los de los demás, sin la aventura de sufrirlos por ellos mismos. Pero bueno, alguien tiene que mandarse la macana para que los otros aprendan, y es por esto que aquí escribo.

Algo que nunca debemos hacer, jamás, es tener un pasaje de vuelta antes que el de ida, como tuve la mala (y buena) suerte de cometer ese error. ¿Por qué buena? ¿Por qué mala?

Es buena porque tenemos todo organizado. Sabemos que vamos a estar en casa (S.E.U.O.) para el cumpleaños del hamster, para tener una semana de descanso sin hacer nada antes de trabajar, o para ir a ese recital que esperamos hace meses.

Es mala porque (gerontes, pónganse sus anteojos para leer mucho) tener el pasaje de vuelta antes de irse, es como despertarse antes de soñar. Nos hace quedar como un barrilete que deja de subir centímetros antes de que se acabe la piola que lo sostiene, porque ya conoce cuál es su límite. Y si bien nos divertimos, paseamos, tomamos mate con gente que ni conocemos en un micro, hablamos con viejas, etcétera, no podemos dejar de pensar que ya tenemos fecha y hora de vuelta. Nos impide pensar que podemos no volver. Claro!

El más anarquista dirá "bueno, pero al fin y al cabo son $200, lo rompo y listo, sigo de viaje toda mi vida". DALE!! ROMPELO! Una fuerza totalmente ajena a nosotros nos impide romperlo, por más deseos que tengamos de hacerlo. Tratamos de perderlo, tratamos de quemarlo y que parezca un accidente (si, estoy citando al Padrino, aunque solo vi la uno).

Y ahí estamos nosotros! Pasándola bien, con Highlander en la billetera, diciéndonos cada vez que vamos a pagar un helado "mirá che que el lunes a las 14.54 te volvés eh!!". Ahí es cuando agarramos, nos enojamos con nosotros mismos, tratamos de romperlo una vez más (sin éxito, obvio) y terminamos por guardarlo en otra parte de la mochila, mientras seguimos caminando. Mientras pasan las cuadras y el helado se derrite, como el corazón delator nos va carcomiento el cerebro. Nos ponemos nerviosos, tocamos la mochila para sentirlo por afuera, a ver si está. Nos da, como era de esperarse, "miedito" a perderlo. Y ahora si, todo vuelve a la normalidad. Vos, tarzán, no pudiste romper un papelito, que ahora volvió de nuevo a tu billetera para seguir recordándote tus obligaciones.

Podríamos decir que el pasaje de vuelta también funciona como una especie de madre, sólo que en lugar de decirte "ponete un saquito que hace frío" te dice "despertate paparulo, te volvés mañana". Y así, nosotros, navegantes sin destino, pedimos cinco minutos más, pero nos damos cuenta que tenemos el ancla trabadita justo en la realidad, y que no la vamos a poder destrabar hasta el año que viene, si es que no nos mandamos la misma.

¿Qué tiene de malo? ¿¡QUÉ TIENE DE MALO!?

Imagínense. Sin ese pasaje yo quizás no estaría acá.

Ven que tiene de malo?? Seguir leyéndome xD


Así que cuando se vayan a poner zapatitos de hormigón para tirarse al río de las aventuras sin fin ("qué metafóricos que estamos hoy, eh", dirían los Super Ratones) recuerden que alguien ya lo hizo, y que se está quejando por eso, y que no me rompan más las pelotas!

Putos!

Me voy a empezar a pensar que tengo que rendir finales muchos. (Si, se incluye aquel en el que deserté unos posts más abajo).


Au Revoir





MORALEJA: El que no hace palmas se deja, se deja.











(Mentira)


La moraleja es: Sacá el pasaje de vuelta cuando te estés quedando sin plata, cuando de verdad no te quede tiempo para volver (pero sacalo en el momento) o cuando te des cuenta que pasaste tres navidades sin tu familia y tenés que volver a que te laven la ropa.