domingo, 20 de mayo de 2012

Aguanieve


Las nubes enviaban sus tropas a lanzarse desde lo más oscuro del cielo. Luego de la señal del relámpago, las gotas prepararon su ataque, inflándose y tomando coraje.

El trueno era la campanada esperada para saltar a la nada. Fue entonces cuando un millar de gotas iracundas, caían del cielo para cumplir su misión kamikaze, cayendo con una irreversible fuerza que las hacía sentir de acero. Confiadas por su impecable caída a gran velocidad, empujadas por la gravedad misma, buscaban destruir todo lo que tocaran en su caer.

Al impactar, fueron muriendo de a una, en breves explosiones que lograban apenas a mover el pétalo de una flor. Juntas, habían logrado crear algunos charcos, regar pequeñas macetas y hasta mojar el caparazón de una tortuga hasta volverlo más oscuro.

Esta vez había sido en vano. No contaban con que el planeta era más duro de lo que creían.

Pero la lluvia, pronto tendría su revancha...