martes, 19 de noviembre de 2013

Desenlace de las Tormentas

Los cúmulus nimbus avisan a los cirros entre estocadas de sol que la retirada ha comenzado. Como un vidrio al romperse con violencia, los algodones se ven a merced del viento, quien acarrea en varias direcciones mientras el rey dorado va ocupando nuevamente su trono allá, en la cima de todo, desde donde la Tierra parece una pelota de tenis y plutón ni se ve.

Usted puede entonces suspirar, respirar, frotarse los ojos, u otra acción que le de la gana. Trate de no parecer sobreexcitado, puesto que a vista de los demás ha soportado el cataclismo con estilo y calma y un sobrefestejo dará indicio de lo que le ha costado realmente. Llévese ese secreto a la tumba.

Mídase, verá que ahora es usted casi un centímetro más alto, aunque seguro estará pesando unos kilos menos de lo que cualquier nutricionista matriculado le recomendará. No se preocupe, el peso va y viene.

Las nubes han desaparecido ya casi por completo y la luz vuelve a reinar el cielo. Sentirá que la piel se la va quemando y los ojos no soportan el brillo. Eso, es porque usted ahora es una tormenta y ha incorporado algo de su oscuridad en su organismo. Por lo general estos efectos duran años y es posible que viva para siempre con ellos. Acostúmbrese.

Ahora decida. Puede usted quedarse inmóvil al sol, seguir por el camino que transitaba al comenzar la catástrofe o comenzar uno nuevo. Incluso puede cerrar los ojos y correr aleatoriamente hacia un rumbo nuevo.

Sea cual usted se decida por, otras tormentas vendrán a buscarlo, pues al ser usted mismo una tormenta tiene la capacidad aumentada para atraerlas, pero no debe preocuparse por nada, puesto que es totalmente inevitable, y ya hablamos de lo inevitable, ¿no?.