miércoles, 19 de junio de 2013

Teoría de la llegada del Bondi

Esperando el colectivo, se nos ocurre pensar en cualquier cosa para hacer que llegue lo antes posible y así, viajar al destino deseado con la mayor inmediatez. En tiempos donde todos somos bastante descreídos, aún quedan esas pequeñas obras de hechicería, o pequeños indicadores que alivianan la espera y nos hacen creer que tenemos el control de la situación, sabiendo casi exactamente cuándo va a pasar el colectivo a buscarnos.

Es así que muchos se prenden un cigarrillo en la parada, como invocando al medio de transporte en un ritual pagano.

Otros, especulan con la cantidad de gente que, como ellos, está esperando al mismo vehículo: "Claro... hay tres personas, eso quiere decir que el último colectivo pasó hace seis minutos, si yo soy la cuarta persona, y sabemos que a esta parada llegan aproximadamente 1,2 personas por segundo, entonces el próximo colectivo debe venir en los próximos quince minutos, teniendo en cuenta que hoy es sábado y bajan la frecuencia con respecto a los días de semana, eso quiere decir que puedo ir al kiosko a comprar chicles y llego justo para tomármelo". Y es exactamente en el momento en que uno cruza la calle para ir a comprar al kiosko, cuando pasa el colectivo como un rayo, sin dejarnos la posibilidad siquiera de pensar en tirarnos debajo para frenarlo a toda costa.

Pero la que más me interesa remarcar en este momento, es la teoría que dice que cuando esperamos un colectivo y vemos pasar uno de la misma línea que va para el lado contrario (o sea, "el que vuelve"), significa que la llegada del nuestro es inminente. Creemos que si pasa su contrario, el nuestro no debe tardar, y esto es completamente falso si lo pensamos bien. Paso a explicarles:

Supongamos que la teoría fuera cierta, y siempre que pasa el colectivo que vuelve ("B"), se cruza con el que va ("A"). Okey. Hasta ahí todo en orden, tuvimos suerte, la profecía se cumple y todos contentos. Pero hay que tener en cuenta que no somos el centro del universo, y que el colectivo (por lo menos en Gran Buenos Aires -en Capital no-) tiene parada cada dos esquinas, eso significa que cada dos esquinas se cruzarían nuevamente dos colectivos. Por ende, habría un colectivo A y un colectivo B cada dos cuadras, y prácticamente no tendríamos que esperarlo jamás, ya que siempre habría uno a dos cuadras o menos de la parada en la que nos encontramos.

Siguiendo este pensamiento, la calle estaría infestada de colectivos, ya que si tocara un semáforo, de seguro se acumularían dos, tres, cuatro, cinco o más colectivos iguales, y ni hablar si hay algún tipo de accidente que corta la calle e impide el avance de los vehículos: Los colectivos coparían la calle en una fila interminable, cortando también los cruces de las calles que cortan la del accidente, creando entonces una hilera de colectivos que parte del punto de largada (terminal) hasta el del conflicto, estancándose todos ahí, sin poder avanzar ni colectivos ni autos.

Es por esto que cada vez que vean pasar un colectivo contrario al que están esperando, no deben ilusionarse con que el aventón está cerca, sino que al contrario, deprímanse porque la llegada del colectivo esperado es incierta, pero alégrense, que por lo menos no están invadiendo las calles.