jueves, 22 de mayo de 2014

Cuando Cae El Sol

El frío de Julio se había ido, aunque seguía siendo Julio. El mar calmo se ponía turbio con el anaranjar del cielo. Nos miramos. Te hice un lugar al lado mío. Te sentaste.

Quietos, con la vista hacia el frente, las olas volvían inquietas mientras el cielo enrrojecía. El sol, enorme, daba fin al día acercándose al horizonte, cayendo en un movimiento que a la distancia veíamos similar al de un globo.

Una nube de vapor blanco se levantó repentinamente sobre el mar cuando el sol lo tocó, las olas, enloquecidas, se levantaban y rompían por todos lados. El sol comenzó a sumergirse en el mar. El agua hervía, salía vapor, humo, blanco y negro y gris.

La oscuridad casi lo había abarcado todo, y cuando menos lo esperamos, volvió el frío de cien Julios. Los árboles se helaban a medida que el agua hervía más y más, hasta que de un golpe, el sol terminó de sumergirse en el mar, levantando una ola enorme que lentamente se acercaba hacia la costa. Lentamente, claro, porque la veíamos a kilómetros de distancia levantarse, imponente, sobre lo que estaba a punto de dejar de ser nuestro planeta.

Mientras el Tsunami del fin del mundo estaba por devorarnos, me miraste, con la calma de la que siempre eras habitué, sonreíste y dijiste con la más sincera de tus expresiones: "Siempre pensé que el Sol era más grande que la Tierra".