jueves, 1 de septiembre de 2016

Septiembre

¿Iba Septiembre a menguar?

"¡Claro que no!", se respondía a sí mismo con la cabeza dura y las manos quietas. "¡Emanen!", gritó fuerte y aturdió a las tormentas, que sin mirarlo lo estaban lastimando.

Quizás nunca iba a saberlo, pero el peligro le pisaba los talones, las pantorillas y hasta la cadera. Se sintió un fuerte calor en el ojo izquierdo, y cesó.

Seguían siendo las metáforas más difíciles de su carrera, pero entreverarse con ellas le daría el poder que tanto ansiaba.

Lo infinito.

Ese septiembre nunca había dejado de observarlo.

jueves, 26 de mayo de 2016

Nota Editorial #13

Hola, claro. Quien no se presenta en un lugar por mucho tiempo, es común que salude con un tímido "Hola" como si fuera la primera vez que entra, o que vuelve, o que seguro sabe que alguna macana se mandó.

Sin ninguna de las tres, vuelvo por acá para avisar que el abismo sigue vivo, oh estimado leyente (como oyente pero que lee) que quizás alguna vez pasaste por este desolado espacio y que, seguramente, notaste que hace un par de meses no hay textos nuevos.

No es falta de inspiración, lo juro. No. Jamás. La falta de inspiración procura la muerte de cualquiera, y no es el caso. Esto vivo, hice la prueba: Me pinché la planta del pie con un alfiler y dolió. Sangró un poco pero le puse una curita y acá estoy, con algunas gotas menos de sangre, pero con la certeza de estar vivo.

Han pasado cosas, ¡Claro! Miles. Cada segundo. Y es por eso que de momento no estoy pasando mucho por acá.

¿Textos nuevos? Los hay. Pero estoy atrincherando la verborragia en una represa para que rebalse cuando sea el momento. Mientras tanto, me entretengo -inevitablemente y por los cambios tecnológicos acontecidos que nos absorben- en Facebook: https://www.facebook.com/paradoenelabismo , donde también se han sumado algunas características abismales que me gustaría conozcan y degusten.

Abismitos, Grandes Abismos Ilustrados, siguen inactos pero parados, descansando en sus hangares listos para salir en una nueva temporada.

Estoy escribiendo nuevas aventuras, nuevos paisajes y pintando letritas de a poco, pero a mano, para que en este huracán quieto que compone el aterrador silencio del abismo, permanezca en esa calma amarga que nos dice que en cualquier momento todo puede volverse caos.

Esperando el caos, agazapado, con el detonador en la mano, estoy listo para advertirles que el abismo volverá pronto, con nuevas ideas. Tengan cuidado.

Saludos levemente cordiales,
Pebablds
Vicepresidente Junior

miércoles, 30 de diciembre de 2015

El Día Perfecto

Era un hombre adicto a las cábalas, a las tradiciones de la buena suerte. Todo lo que funcionaba, lo que misteriosamente salía bien, lo mantenía a rajatabla, lo acaparaba, lo repetía con la intención de que pase lo mismo y de que no falle nunca.

Y fue así que después de varios años, repitiendo y probando experiencias, logró crear el día perfecto.

Salió de su casa, repitiendo al pie de la letra las instrucciones que según sus cálculos funcionarían, y así lo hicieron. 6:34 levantarse de la cama con el pie derecho, 6:42 lavarse los dientes, 7:52 en la parada del colectivo para agarrar el de 7:55, comer un sánguche de jamón porque era martes, ver el noticiero de las 21hs leyendo el diario matutino que no había tenido tiempo de leer, y acostarse a dormir a las 23:46.

Al otro día, sus cálculos habían sido correctos, y todo se dio de forma excepcional por segunda vez. Y por tercera, y por cuarta. Pasaron dos semanas, casi un mes, hasta que se dio cuenta de la perfección de su plan y empezó a pensar.

Todos los días se cruzaba a la misma señora en la parada del colectivo, que llegaba exactamente un minuto después de él, el colectivo llegaba 7:55 puntual, a lo sumo con diez o quince segundos de margen, la gente en el trabajo siempre hablaba de los mismos temas, y el señor de los sánguches de los martes siempre le hacía el mismo chiste.

En ese momento se dio cuenta que todos habían tenido el mismo plan.

martes, 15 de diciembre de 2015

Pasar la Calle

Volver a casa con la sonrisa de la victoria, luego de haber alcanzado un ansiado objetivo que perseguimos durante años, es sólo la premonición de la muerte, o por lo menos del deseo de que la misma nos alcance y nos lleve lejos, lejos de este planeta, al ver con nuestros ojos una de las humillaciones más grandes que un ser humano, en uno de los días más felices y memorables de su vida, puede obterner como reconocimiento de aquella bien lograda meta, que amenaza no sólo con derrumbar el brillo que acaparan nuestros ojos, sino de la felicidad de la semana y algunos días más: UN PASACALLES DE FELICITACIONES.

¡FELICITACIONES LICENCIADO EN BIOLOGÍA NUCLEAR SUPERMOLECULAR", reza el encabezado del cartel que literalmente pasa la calle de un lado a otro, visible no sólo para nosotros, para nuestros familiares y vecinos, sino también para eventuales transeúntes que, a pie o motorizados, pasan por debajo de la señal, ahora sabiendo que hay un Licenciado en alguna de las casas lindantes al comunicado.

¿Cómo fingir sorpresa ante la terrible novedad de ver nuestro título colgando en el aire, delante de las esperanzadas caras de las personas que nos quieren, que han reunido fuerzas, dinero y tiempo para darnos esta especie de agasajo por nuestro esfuerzo?

Ni hablar, claro, cuando el pasacalles va dirigido a un recién nacido, que si bien los niños vienen cada vez más inteligentes... bueno... ustedes sabrán que se les dificulta un poco este tema del abecedario. Entonces un "BIENVENIDO THIAGO RUBÉN CULO" es prácticamente un texto haciendo eco en el infinito, para siempre, hasta que el universo decida explotar.

Lo que yo no entiendo es cómo aún a nadie se le ocurrió utilizar este recurso para jugar distinto tipo de chascarrillos, como por ejemplo ubicar uno en la puerta de algún amigo diciendo "FELICIDADES CARLOS, TU MUJER AL FIN SE HIZO TRAVESTI", o "MAMÁ, DEJASTE OTRO COCODRILO FLOTANDO EN EL INODORO ESTA MAÑANA", incluso pueden utilizarse como recordatorio, "JORGE TENÉS DENTISTA A LAS 15"o "MARÍA, NO TE OLVIDES DE COMPRAR ACEITUNAS LIGHT PORQUE LAS COMUNES TIENEN MUCHA SAL Y LA ABUELA SE DESCOMPONE Y ACORDATE QUE DESPUÉS NO SE PUEDE DORMIR LA SIESTA POR LA CANTIDAD DE ERUCTOS QUE SE TIRA Y QUE SI NOS REIMOS SE ENOJA Y SE PUEDE MORIR".

Pero más allá de la posible utilidad práctica de estos carteles, volvamos al hecho horrible y escalofríante de que de verdad, y con la mejor de las intenciones, podemos llegar a recibir uno por algún casamiento, recibimiento, nuevo bebé, etcétera, que por lo general termina firmado por algo así como "JORGE, BELÉN, TU FAMILIA, TUS AMIGOS Y VECINOS", lo que deja a uno pensando... ¿Toda esa gente se puso de acuerdo y juntó su dinero para esto? ¿!Quince personas para hacerme un pasacalle!? ¡Hubieran juntado la plata y me compraban dos pares de medias! ¡Hijos de puta!

Amén.

martes, 8 de diciembre de 2015

Arrefranados

Hay distintos tipos de personas irritantes en la faz de la tierra, y a pesar de los intentos de generar una filantropía global, hasta el más pacifico de los seres encuentra su némesis, su granito de arena en el ojo, que lo hace estallar de nervios y exasperación.

Hoy me gustaría concentrar la desesperación en uno de estos tipos de humanos en particular, que en apariencia son personas normales, que viven en sociedad como cualquier otro, pero que tienen una característica que nos permite definirlos, agruparlos y odiarlos: dicen refranes por la mitad, suponiendo que todos, absolutamente todos sabemos.como terminan, que significan o incluso que los conocemos.

Es así que en algunos casos reciben algún objeto gratis, con algunas.imperfecciones, y dicen "a caballo regalado..." y uno se lo queda mirando... "a caballo regalado que, la puta que te pario??" , y si bien este es uno de los refranes mas conocidos, la desesperación aparece cuando la cita no lo es tanto, y nos pone en jaque por lo general ofreciéndonos dos opciones:

La primera es sonreír de forma condescendiente como si hubiéramos entendido todo, pero rezando por dentro para que no haga ninguna pregunta al respecto, y la segunda es evidenciar nuestra ignorancia, preguntando como sigue la frase, regalándole a este tipo de gente un regocijo de superioridad que para ellos es mas que delicioso. Personalmente recomiendo utilizar siempre la primer, porque "en boca cerrada...".

Pero mas allá de nuestro circulo de confianza, con quienes tenemos la libertad de cargarles la sube y enviarlos en metrobus a la puta que los pario, el problema verdadero aparece cuando la persona mitadrefranera es alguien a quien no podemos insultar o contradecir, como alguien que nos atiende en un negocio, o un jefe en el trabajo.

Es entonces que cuando nos aseguramos una ganancia chica pero segura, y nuestro jefe nos dice "más vale pájaro en mano...", pensamos en si tenemos los suficientes ahorros como para subsistir hasta encontrar un nuevo laburo y mandar todo a la mierda. Por lo general no los tenemos, entonces sonreímos con simpatía, carcomiéndonos por dentro y rezando porque eso no nos genere un tumor cerebral.

Mientras tanto, justifican sus madrugadas porque "a quien madruga..." y justifican su posición ante los errores afirmando "a lo hecho...", y sus buenas acciones con "a quien a buen árbol se arrima..."

También suelen ser personas que toman las cosas como son, porque "al pan, pan..." y se ponen contentos cuando su descendencia los enorgullece, tirando al aire un "de tal palo...", pero mas allá de palos, de panes y de palos de amasar, quienes no llegamos a entender con claridad esa conversación, solemos sentirnos inseguros y desprotegidos.

Estos codiciosos adictos a los puntos suspensivos, se sienten mucho mejor cuando logran meter en medio de una conversación la mayor cantidad posible de estas frases, o mitades de frases. Debe ser que hablan por la mitad, porque como todos saben, "a buen entendedor...".

lunes, 30 de noviembre de 2015

Numerito

De los mejores inventos de la humanidad, podemos destacar aquel que nos permite llevar a cabo un trámite o resolver el orden de cualquier fila organizadamente: Los numeritos.

Cuando nos presentamos en el mostrador de entrada, una chica sonriente y exuberante extiende su mano otorgándonos un pequeño papel rectangular del que dependerá nuestro destino y del que no podremos separarnos hasta terminar el trámite.

Este pequeño papel, sirve como una especie de habeas corpus para viejas que se quieran colar delante de nosotros con tan solo mostrarle en su avejentado rostro que nuestro número es menor y que corresponde que nosotros, jóvenes e intrépidos, pasemos primero. 

Para un mayor regocijo, podríamos decirles que nos encantaría poder cederle el lugar, pero que el sistema de numeritos es inalterable y no podemos hacer nada.

Superadas las viejas, ahora sí, concentramos la atención en el número en sí: muchos prefieren tenerlo en la mano, mientras que otros lo guardan en el bolsillo, la cartera o la billetera.

Quienes lo tienen en la mano, por lo general comienzan a jugar casi sin querer, dañándolo y gastándolo sin darse cuenta, y al volver a mirarlo se desesperan porque ya no se lee nada. Haciéndose los simpáticos cuando les llega el turno, muestran sonrientes un bollito de papel arrugado e impresentable diciendo "juro que es el 36", y quien los atiende, resignado a que pase siempre lo mismo, les da el turno sin poner muchos peros.

Quienes por el contrario deciden guardarlo fuera de su vista, tienen otro tipo de sufrimiento: la sensación de que por arte de magia el numerito se evapore y desaparezca del bolsillo, dejándolos fuera de la fila, perdiendo el preciado tiempo que invirtieron haciéndola. Es así que cada aproximadamente quince segundos, se meten la mano en el bolsillo, lo palpan, lo miran y lo sacan para comprobar que sigue existiendo.

En ambos casos, y para sorpresa quizás de quienes afirman que somos una especie superior e inteligente, miramos y corroboramos el número para ver si no cambió, o para ver si por una de esas casualidades, cuando llaman al número 14, se están refiriendo a nosotros, desafortunados portadores del 36.

A pesar de que por lo general son números de dos dígitos como máximo, miramos y remiramos cada vez que mencionan un número cualquiera, como si no nos acordáramos, siendo esclavos de estos papelitos a quienes les encanta acaparar la atención.


Ahora, si se nos complica memorizar un número de dos dígitos, el peor de los karmas es cuando se utiliza el horrible sistema de números precedidos por una letra, que crean confusiones entre las O y los 0, y suicidios en masa, pero eso ya es otra historia.

martes, 24 de noviembre de 2015

El Pinchazo

Sucede que, sentado en una silla del comedor, sintió un pinchazo en la pierna. Se rascó. Otro pinchazo aún peor lo sucedió, e hizo que mueva la pierna bruscamente, y que golpee con la pata de la silla.

Se levantó y miró el lugar de donde provenía el dolor, examinó y rastrilló la zona con una pincita de depilar, pero infructuosamente.

Fue al baño, se aplicó agua tibia, tocaba con la yema de sus dedos pero no había nada. Se afeitó a cero esa zona de la pierna, para ver mejor, pero no logró encontrar el elemento punzante. Desistió, el dolor ya se había ido.

En la oficina, días después, tomando un café, un dolor agudo le recorrió el antebrazo, haciendo que de una especie de espasmo involuntario haga una mini-lluvia de café en la inmaculada camisa de una de sus compañeras.

Nervioso, transpirado, corrió al baño, se arremangó y abrió sus ojos hasta el tope, buscando algún indicio de lastimadura, granito, espina, aguja, tenedor, o elemento punzante que fuera culpable del extraño dolor, pero nuevamente, en vano.

Con el pasar de los días, sintió exactamente lo mismo en varios momentos, pinchazos invisibles que le picaban de repente la planta del pie, la nuca, algún codo, el párpado, etcétera.

Una mañana como casi cualquier otra, se levantó de la cama un poco tarde, para variar, sintiendo un extraño dolor de cabeza, pero con sus enormes trasnochadas, no lo vio como algo fuera de lo común.

Al lavarse los dientes, y mientras su vista se iba adaptando a la luz que la invadía, se notó un horrible grano al lado de la nariz. Casi como un reflejo, y tentado por la punta blancuzca del forúnculo, unió

los dedos a su alrededor para exterminarlo, pero al apretar un poco, sintió un fuertísimo pinchazo en la cabeza que lo desequilibró.

Enojado por su ineficaz esfuerzo, se paró con seguridad frente al espejo, y apretó sin pensar, y al hacerlo, miles de punzantes microdolores lo invadieron.

En casi un segundo, su cuerpo floreció en cientos de granos que lo acapararon todo, desde el meñique del pie hasta lo más alto de la cabeza, provocando una tortura fugaz que lo dejó sin aliento, tirado en el

piso. Al incorporarse como pudo, con la poca fuerza que tenía, y un hilo de sangre que recorría desde el lugar de la apretada hasta el mentón, pudo descubrir una espina de color negro que salía a través del cráter que dejó el grano al reventar, una punta opaca y filosa.

Al intentar removerla de su cabeza, todos los cúmulos en toda la piel de su cuerpo empezaron a hacer erupción, y de cada una, acompañada de un chasquido de sangre y de pus, sucedía una espina que provenía desde adentro de su cuerpo, por la espalda, por toda la cabeza, el estómago, los brazos, las piernas, hasta que, entre jadeos y gritos desesperados, surgieron las de las plantas de los pies, que provocaron un desequilibrio total a causa del dolor, con la posterior colisión entre su cabeza y el piso, provocando que las recién salidas espinas lo atraviesen de par en par.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

El día que todas las lapiceras del mundo dejaron de funcionar

Y así, tal como se presenta, este texto cuenta la historia que promete. Empezó pareciendo una cotidiana casualidad: Diez lapiceras en un lapicero, lapicereando a gusto, hasta que una mano desafortunada osó

sacar una con sus garras en forma de pinza, a estrellarla contra un pedazo de papel una, y otra, y otra, y mil veces hasta que se dio cuenta que estaba seca. Fue el turno de la segunda, cuyo actuar fue idéntico

al de la anterior: Ni una gota.

La tercera, la cuarta, la octava, la primera de nuevo y hasta la décima: Todas silenciadas, mudas, inmóviles.

Cansado de la casualidad, fue a la oficina de a lado. Dos, tres, y ninguna lograba escribir ni siquiera una vocal.

Ambos fueron al gerente, se quejaron de las lapiceras de la empresa eran una estafa, que se queje con el vendedor mayorista que les vende útiles sin utilidad. Y ahí, en su camioneta fue el gerente -previo

llamado telefónico enfurecido- a visitar al proveedor, quien probó frente a su propia cara quince lapiceras recién llegadas de la fábrica, y todas con el mismo efecto: ninguno.

El gerente y el proveedor fueron a la fábrica, donde en la vereda había un hombre sentado en el cordón. Se acercaron. "Todas muertas", dijo el hombre sollozando. Claro, hablaba de las lapiceras. La fábrica,

cerrada, quebrada. Ni una había podido funcionar: Lapiceras recién fabricadas, llenas de tinta, pero sin funcionar.

Perplejos, sumaron al deprimido dueño de la fábrica y lo llevaron al local de su competencia, donde encontraron a su propietario en las mismas condiciones. Al llegar, se encontraron con los dueños de otras

empresas visitando galpones en busca de la misma respuesta.

Subieron, pasaron por locales, fábricas, comercios, kioscos y escuelas, y no pudieron encontrar una sóla lapicera que funcionara.

Escalando, recorriendo y preguntando, llegaron a la oficina del presidente, quien se encontraba en el escritorio de su amplio despacho preocupado. Al ver llegar a los cuarentaytrés hombres, dijo "fue culpa

mía". Todos quedaron sorprendidos, y uno muy tímidamente preguntó "porqué?".

"Hice un convenio ilegal con una empresa china de tinta, que abasteció a todo el país y al mundo de tintas inútiles, que dejaron obsoletas todas las lapiceras del país."

"Traiga tinta nueva, podemos aportar algunos contactos, podemos entre todos volver a tener elementos para escribir!"

"No puedo", dijo preocupado el presidente. "No puedo firmar ninguno de los formularios de pedidos de material".

Fue un camino de ida.

martes, 3 de noviembre de 2015

El Lugar

El problema era el lugar.

Entonces cambió, y se fue unos metros, pero no. Y se agarró de un barrilete y se fue, y tomó colectivos, trenes y aladeltas, pero no. 

Recorrió caminos, ripios y autopistas, llegó al final de cada sendero, a la cima de cada elevación, tocó el cielo. Respiró ozono. Pero tampoco.

Cavó pozos, conoció raíces, investigó agujeros, sintió el calor del centro. Lo rozó. Se le derritieron las orejas, tenía las uñas gastadas, sangrando, y sin embargo no.

Se subió al trampolín más alto y saltó desde donde no se ve la cima, cayó con la fuerza de una estrella fugaz, y rebotó entre planetas, se sintió un asteroide, sintió la presión en su cabeza, la sangre espesa por sus ojos, la cima de las cimas, y volvió sin saber.

Con los pies descalzos y gastados, con callos que gritaban, con las alas disueltas en el aire y un mapa totalmente tachado, se tiró en el pasto y cerró los ojos. Respiró. Ahí sí. 



Estaba buscando el lugar, en el lugar incorrecto.

martes, 20 de octubre de 2015

Medio Seco

No hay nada más desesperante que un objeto destinado a un fin específico, y que a la hora de utilizarlo no lo cumpla, o lo cumpla de forma defectuosa, entorpeciendo nuestros planes e incluso, intercambiando nuestro buen humor por uno totalmente horrible y despreciable.

Este momento puede resumirse tranquilamente en la salida de un cálido baño, que nos deja frescos para tirarnos a dormir y arrancar un nuevo día de la mejor manera, y al momento de salir de la ducha, ese momento rápido pero frío y detestable, donde cuidamos de no resbalarnos y morir, de que el frío (por lo general hace frío) nos carcoma las entrañas, agarramos el toallón medio haciendo equilibrio y nos lo pasamos por el cuerpo, solamente para desparramar el agua de nuestro cuerpo, PERO NO PARA QUITARLA.

En ese malévolo instante, repasamos cada vez más fuerte el toallón por nuestra piel, intentando y suplicando que el agua se vaya, y que dicho sea de paso comienza a ser cada vez más fría. En medio de la desesperación, agarramos la toalla para manos y la miramos fijamente pensando en toda la gente que se seca la cara ahí, y miramos de nuevo el toallón que no seca, y lo intentamos pidiendo perdón a nuestra familia, pero la toalla nos queda demasiado chica y se humedece rápidamente en su totalidad, pero sirve.

Ganando esa batalla, pero no la guerra, buscamos que el fallido toallón nos seque lo poco que queda, y aunque está mojado como si hubiera cumplido su labor, no hizo absolutamente NADA, y nosotros, goteando cubitos de hielo desde el pelo hasta la espalda, atinamos a terminar de secarnos mezclando las dos toallas, o aventurarnos en un viaje en pelotas por el pasillo en busca de una toalla mejor, antes de que la faringitis nos ataque.

Y es así que terminamos corriendo en bolas por toda la casa buscando alguna tela absorbente sin que nos vea el resto de la familia, intentando conservar la poca dignidad que nos queda, escurriéndose en pequeñas gotas que delatan el camino recorrido.

Sean conscientes. Laven las toallas nuevas antes de usarlas.
(Dicen que así funcionan).

miércoles, 14 de octubre de 2015

Compartir :)

Desde que nacemos hasta que ya somos prácticamente adultos, nuestros padres, nuestro entorno social, nuestra educación, nos alienta a compartir, a generar ese hermoso acto de benevolencia que nos distingue de los cascotes, porque los cascotes son testarudos y no comparten nada, y nos hacemos más "humanos", primero cediendo el uso de nuestros juguetes a personas no autorizadas, como hijos de los amigos de nuestros padres, parientes cercanos que destruyen lo que tocan e incluso niños más chicos que nosotros cuyas manos vemos como las de Edward, capaces de hacer desparecer nuestras entonces más preciadas pertenencias.

Tras estos episodios de dolor, y al crecer, compartimos útiles, tomamos mate, comemos con amigos y en familia y cedemos el último bizcochito, la última empanada y la última aceituna de la pizza a quien la desee un poco más que nosotros, por el simple hecho de ver a esa persona feliz, y de sentir un regocijo interior que sólo se consigue haciendo un acto de bien, colaborando con el buen humor de quienes nos rodean y que de rebote, da una hermosa sensación vaya uno a saber por la liberación de qué endorfina en nuestro cuerpo.

Si bien el acto de compartir en sí, y por definición es un acto hermoso, que denota la bondad del interior de una persona, reafirma las buenas costumbres y nos hace más felices, el mismo acto realizado de una forma desmesurada, masiva y sin control, produce todo lo contrario, acercándonos cada vez más al centro de la tierra, sin poder encontrar la escalera que Led Zeppelín predicó.

Con el avance de la tecnología, empieza la deformación del término y su profanación por el acto bandálico-benévolo de compartir, y compartir, y compartir, y compartir información, imágenes, y demás etcéteras que no sólo nos alejan cada vez más del Nobel de la paz, sino que también nos hacen personas más miserables, seres del mal e incluso hasta carentes de corazón.

Es así como nos vemos inmersos en un mundo de terminología inadecuada, donde "compartir" ya no es más generar un acto empático de cariño, sino un reflejo incondicional de nuestro cuerpo frente a un estímulo, que deriva en uno o dos movimientos rápido del índice -por lo general derecho- seguido a un característico sonido (o tantos sonidos como veces se haya movido el dedo) que indica que nuestra acción de benevolencia está completada.

De esta forma y sin pensar, nos vemos compartiendo por Whatsapp a nuestros amigos un video de travestis bailando en pelotas en una paradisíaca playa del caribe con las mortadelas colgando, compartimos fotos de gente y animales heridos o enfermos velando por su recuperación en Facebook, compartimos llamados a la solidaridad por diversas causas y catástrofes por Twitter, compartimos citas de diversos autores en nuestros muros sin saber siquiera de dónde vienen, qué significan o incluso si realmente fueron dichas por el que la imagen asegura que lo dijo, además claro de compartir fotos de gatitos, de perros, de flores, de calles, COMPARTIR FOTOS DEL CIELO, MILES Y MILES DE FOTOS DEL CIELO, (cosa que me parece fantástica, el cielo es hermoso, pero quienes puedan levantar su cuello unos cuantos grados en exteriores, recomiendo que lo vean por sí mismos), ¿ya dije fotos de gatitos? y fotos de gatitos, y travestis con mortadelas de nuevo, y citas, y frases, y canciones sin pagar derechos, y obras de arte, y obras de arte con gatitos adentro, y fotos de una obra de arte con el cielo de fondo junto a un gatito jugando y una cita de Freud con tipografías de dudosa procedencia, y compartimos a Cortázar, y compartimos a Mozart, a los Beatles, a Picasso, a Dalí, gatitos de nuevo, al lado de Mahatma, y pensamientos de Mahoma yendo a la montaña con un gatito al lado, y flores, y el cielo, y travestis en el cielo, gatos en el espacio y pájaros volando, y TRAVESTIS VOLANDO EN EL ESPACIO CON GATITOS Y FLORES Y CIELOS Y FREUDS Y FREDDIE MERCURY HABLANDO CON BUDA DE LO BUENO QUE ESTUVO EL CUMPLEAÑOS DEL CHE GUEVARA PORQUE LE HABÍAN PUESTO ALMÍBAR AL BIZCOCHUELO Y ADEMÁS TENÍA FLORES DE AZÚCAR RIQUÍSIMAS PERO DESPUÉS SE LE PEGARON EN LOS DIENTES Y LE SALIERON CARIES POR NO LAVARSE LOS DIENTES COMO DA VINCI LE HABÍA DICHO CUANDO LE PREGUNTÓ EN AQUEL VERINISSAGE DE YOKO ONO, en una sóla imagen en la están las caritas de todos delante de un fondo negro, donde una motivadora tipografía en cursiva nos tira una frase hermosa que hace referencia a todo esto de una forma tan metafórica y poética y genial, que no la entendemos ni llegamos a procesar, pero ponerse a pensar es mucho más trabajo que hacer un click, entonces LA COMPARTIMOS CON TODO EL MUNDO Y CON LA GENTE QUE VIVE EN MARTE TAMBIÉN, PORQUE DESCUBRIERON QUE HAY AGUA ENTONCES SI HAY AGUA HAY GENTE MARCIANA CON FACEBOOK QUE PUEDE COMPARTIR Y VER Y QUE TAMBIÉN TIENE CIELOS Y GATITOS Y TAMBIÉ*** Me calmé. Suspiro y me siento. Cierro los ojos. Suspiro. Dejo pasar unos segundos, y sigo. ***

Lo que en realidad quería decir *suspiro de nuevo*, que todo bien con que quieran imprimir su filantropía y su amor por el mundo en sus muros, pero sepan y tengan la conciencia de que una empresa no va a donarle el pulmón artificial al niño vietnamita de tres meses por llegar a los mil me gusta (que dicho sea de paso es una escena CASI del Juego del Miedo, y de bastante mal gusto), que no hay ningún mesías ni deidad, de ninguna religión, contando los "amén" que han puesto en cualquier imagen explícita de mal gusto y que buda no dijo nunca "Si tu viejo es zapatero zarpale la lata, se se".

Pensemos más, compartamos menos, pero con más amor.

PD: Si se lo están preguntando, antes de comentarlo violenta y verborrágicamente, la respuesta es NO. Yo no colaboro con nada, no comparto ni las migas que se me caen del Jorgito triple y me mantengo lo más alejado que peudo de la gente. Pero no comparto esperanzas por las redes sociales. Salud.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Septiembre

La velocidad no lo asustaba, y siguió hasta romper el sonido y la luz y todo lo que venía después, hasta que frenó de golpe, en un impulso que duró varios días, desvariando y disminuyendo. Y de golpe, frío. Se congeló todo, heló.

Sabían que estaban en la mitad de la aventura, pero no se esperaban cambios tan bruscos, por lo que decidieron frenar del todo. Y así, estáticos y congelados, permanecieron millones de milésimas de segundo, esperando una inflexión en su suerte.

De golpe, una tormenta de fuego se abalanzó y descomprimió todo, y el vehículo empezó a moverse nuevamente. Era la oportunidad, así que, a sus puestos, iniciaron la acción coordinada que los sacaría de su estado vegetativo y avanzaron de a poco hasta lograr una velocidad lenta pero estable.

Entre festejos, los más creyentes atribuían estos acontecimientos a algún ser superior y benévolo que los amparaba, mientras que los escépticos repetían una y otra vez que había sido pura cuestión de suerte.

Todos, sin embargo, estaban de acuerdo en que esto aún no había terminado.

martes, 22 de septiembre de 2015

La PrimaverXa

Resulta que estaba por empezar a escribir de otra cosa, y ya tenía la idea masomenos cocinada, cuando una mañana me levanté totalmente transpirado, tapado por las sábanas y frazadas que suelo usar a fines de agosto/principios se septiembre y me dije "Alguien se olvidó la estufa prendida", y sí, definitivamente alguien se la olvidó, pero en alguna galaxia cercana y nos vino todo el calor de golpe.

Pero la primavera nos brinda, además de un colorido paisaje, algunos comportamientos irritantes de la gente que nos rodea, empezando por un fuerte ataque de felicidad porque llega esta estación, y de su mano, el amor, las plazas las carilinas y las pastillas antialergénicas, pero no sólo antialergénicas para las alergias que fatídicamente producen el polen, el aire y las viejas del bondi, sino también por las plazas atestadas de adolescentes hormonalmente nucleares que deciden tirar una mantita en el pasto, pegados los unos a los otros cuan Mar del Plata en plena temporada, pero intercambiando el olor a bronceador por el de los pochoclos.

Entonces, un domingo a la tarde con un poco de sol, se transforma en una especie de Woodstock donde hay que pasar esquivando gente por todos lados, porque obviamente, las personas no se ponen un bucito para salir en invierno cuando hace un poco de frío, sino que acumulan todas sus ganas para salir todos en una especie de avalancha cuando empiezan a asomar los primeros rayos de sol y el calorcito, aunque leve, comienza a sentirse en el ambiente.

También afloran los algodones de azúcar, pegajosas golosinas del diablo, que pretenden parecer voluminosos cuando en realidad al pegar los primeros mordiscos nos damos cuenta que es 90% aire, quizás un poco más que lo que traen los paquetes de papas fritas. Podría decirse que el algodón de azúcar es un alimento no apto para ansiosos, puesto que el nivel de manija que genera es altísimo, y cuando una persona espera llenarse comiéndolo, termina frustrada, casi casi al borde de un suicidio lento, pero doloroso, como en las mejores películas de tortura gratuita que tuvieron su auge un tiempo atrás.

¿Quién se robó la primavera? Me pregunto a veces cuando, al salir de casa con una remerita me doy cuenta, ya cuando es demasiado tarde que todo está perdido y que el frío es incontrolable, pero es muy tarde para volver a casa a buscar un saquito. Salimos del invierno para entrar en un verano que nos pegó duro, y seguramente vuelva a haber días de frío, pero el placard se vuelve loco, tiene miedo y no sabe ya si al despertar mañana vamos a ir al cajón de las medias o al de las sungas (porque es obvio que todos guardamos las sungas que SÍ usamos en un cajón especialmente reservado para ellas), o si saquearemos el área de camperas.

Mucho culpan al calentamiento global, otros a los dinosaurios, algunos empiezan a creer que el infierno se acerca y se aleja de la superficie generando o echando atrás la ola de calor, pero ¿cómo podemos realmente saber lo que pasa?

El vaivén termostástico (porque todos sabemos que esa palabra existe), nos va dejando la misma incertidumbre que el pasaje entre el otoño y el invierno, pero casi a la inversa, y entramos en la primavera anonadados entre resfrío, mocos, alergia y no saber si con el ataque de fiebre repentina moriremos a causa de alguna de las epidemias en curso o simplemente tomando un par de pastillas podemos salir y chupar frío, además claro, de lo que cada uno quiera chupar. Son libres de hacerlo.

¿Qué pasaría si hiciera calor todo el tiempo?

Las empresas de aires acondicionados romperían sus récords en ventas, pero el consumo eléctrico aumentaría considerablemente, ya que el calor por lo general se produce con gas (si, ya se que existen generadores de calor eléctricos, pero no me jodan), y el frío con electricidad, mucha electricidad.

Entonces, es probable que haya que instalar más centrales eléctricas para soportar este consumo, y muchas se fundirán. Explotarán e incendiarán con fuego eléctrico los campos, que derivarán en incendios forestales casi imposibles de controlar, puesto que los focos estarían muy dispersos y los cuerpos de bomberos no darían a basto para apagarlos a todos a la vez.

Luego, el fuego llegará a las casas, obligando a la gente a escapar y huir hacia lugares del campo a los que el fuego no ha llegado aún, esperando que lo haga de un momento a otro. La tierra se convertirá en llamas, los océanos se evaporarán debido a las temperaturas altísimas producidas por el fuego que, para ese entonces habrá eliminado al 99% de la población y de los seres vivos.

El vapor de agua llegará a la atmósfera, limpiando el humo negro que se había concentrado por la quema del mundo, volviéndose una toda nube blanca, que explotará en lluvia, apagará el fuego y llenará al mundo de agua nuevamente, pero esta vez cubrirá la superficie terrestre casi por completo, dando lugar a una nueva etapa del mundo con vida preferentemente acuática.

Si se lo están preguntando: Sí, el planeta está conspirando para matarnos.

Si también se lo están preguntando: Sí, los delfines son muy inteligentes y están planeando todo esto.

¿Delfines? ¡Claro! Es obvio que los delfines están utilizando el cambio climático para destronar a los seres humanos del planeta, para convertirlo en un medio acuático casi por completo y ser los nuevos reyes, en un mundo donde quizás dejen algunos seres humanos vivos sólo para capturarlos y armar con ellos, latas con humanos desmenuzados en aceite o agua, con los que prepararán deliciosas ensaladas, sandwichs, y hasta tartas! ¡TTTAAARRRTTTASS!

Así que tomemos conciencia... aunque haga calor en momentos donde no debería hacer calor, no compremos más aires acondicionados, no le demos el gusto a los delfines de dominarnos, ¡Están usando la primavera contra nosotros!

¡Feliz primavera histérica para todos!

domingo, 13 de septiembre de 2015

Cenizas

- ¿Y ahora estás viviendo? - Me preguntó.

La dejé escapar porque no había motivos. Corrió por la espesura hasta transformarse en trigo, y de su tallo jamás crecieron las cenizas, aunque su alma siempre fue de fuego.

Atravesamos pantanos, espesuras, mesetas y desiertos hasta llegar donde nos habíamos encontrado por primera vez, pero no fue como aquella; esta oportunidad se hicieron presentes los relámpagos, las tres lunas y los avispones.

Supusimos que era uno de esos sueños horribles, una pesadilla encarnada, pero el dolor era demasiado real. Temíamos despertarnos y seguir en el sueño, temíamos el bucle infinito de caer sin tocar fondo.

Temíamos los planes del destino.

Pero no podíamos tampoco, cancelarlo todo. Éramos, estábamos, al mismo tiempo que dejábamos de existir instante tras instante. Y en un tercer tiempo, íbamos a ser, íbamos a estar.

Se veían las estrellas, las constelaciones, las galaxias y todos los universos posibles. Era un limbo. No. Eran como diez limbos. La nada multiplicada por mil.

El tiempo no surtía efecto, no funcionaba. Lo habíamos destruído.

Alrededor, un huracán hacía flotar las dimensiones, y los buenos y los malos pensamientos. Y todos los demás. Y la ira. Y la paz. Y la incertidumbre. La incertidumbre que siempre nos acorraló.

Y pensar, y pensar, y pensar en los colores, en los fantasmas, en las grietas, en todos los ruidos. En los colores otra vez. Blanco. Blanco. Blanco. Blanco. Blanco.

- Creo que no - Respondí.

sábado, 15 de agosto de 2015

El Loop de las Piedras

Somos seres pensantes, que vivimos en sociedad amuchados en autos, colectivos, edificios, ascensores y manifestaciones a favor de distintos pensamientos e ideologías que sorprenderían a cualquier filósofo de la Grecia Antigua.

Es así que, al vivir tan encimados, pegados uno al lado del otro, a veces, lo de "pensantes" nos queda un par de talles más grande e incorporamos en nuestra rutina ciertas imperfecciones que se van dando esporádica pero constantemente y nos hacen descreer de nosotros mismos, aunque con la convicción de que no lo volveremos a hacer, volvemos y volvemos y volvemos y volvemos (y así para siempre) a cometer los mismos errores.

Metafóricamente hablando, supongamos que vamos corriendo por una pista de atletismo, esas de polvo de ladrillos lisiitas, lisiitas, cuando de golpe, unos centímetros frente a nuestros pies, crece un cascote sólido, imposible de evitar. Lo impactamos, volamos hacia adelante, destrozamos nuestros codos, las rodillas, el mentón, se nos salen un par de dientes, pero como podemos, nos levantamos y al mirar hacia adelante, notamos que estamos un poco más atrás de esa piedra, pero la piedra ya se ha ido. Terminamos de incorporarnos, nos limpiamos el polvo de la remera blanca y seguimos la corrida hacia adelante, pero exactamente en el mismo lugar, el cascote aparece, inevitable, y volamos, y tenemos frutillitas en las extremidades que van a doler MUCHO al bañarnos, y una frustración amarga, tapada por la inocente idea de que no va a volver a pasar, pero nos levantamos y de nuevo, estamos unos metros atrás. Avanzamos, y, como no hay dos sin tres, volvemos a volar y a volar y nuestras rodillas ya son huesos, no tenemos más dientes, no podemos bañarnos nunca más, nuestra piel ya tiene un color aladrillado imborrable que cada vez nos va convirtiendo a nosotros mismos, en un cascote.

"Caminante, no hay camino, se hace camino al tropezar con la misma piedra una y otra vez"

viernes, 14 de agosto de 2015

Selectividad

Una mañana, la vi corriendo con terror de aquella esponja húmeda que yacía en el fondo de la bañera.

Otro día, después de almorzar, la vi gritando por una aceituna que había caído fuera del plato al levantarlo.

La tercera vez, pasó cuando una nube de aspecto gracioso y redondo pasó por el cielo, delante de sus ojos. Empezó a correr como nunca, hasta refugiarse en un cuartito cercano.

La fui a buscar y le pregunté qué le pasaba. Levantó su cabeza, y temblando me respondió: "Uno puede tener miedo cuando quiere".

viernes, 7 de agosto de 2015

Las Aventuras de la Silla Roja

Y una vez más, la silla roja esperaba ansiosa el peso sobre su cuerpo. Se sentía débil, frágil, simple, se sentía malquerida y abandonada. Pero su color se intensificaba por las mañanas, cuando veía a todo el mundo correr de un lado para el otro, sabiendo que alguno se cansaría, o necesitaría hablar por teléfono y ahí acudiría a ella, a su tapizado color manzana casi alfombrado.

Disfrutaba cuando los demás la disfrutaban a ella, y guardó secretos de romances, de guerras de oficina que tenían los guardias de seguridad por las madrugadas, tirándose compases, reglas y engrampadoras, disfrutaba girar tresciento sesenta grados mil veces a la izquierda, dosmil a la derecha y subir y bajar para ajustarse a la altura de su eventual dueño para facilitarle el acceso al escritorio.

Vio subir y bajar pasantes, jefes, gerentes, y ascender pasantes a secretarias, secretarias a esposas, de esposas a viudas, de viudas a millonarias, pero sin jamás emitir una opinión ni un juicio sobre lo que veía, simplemente su conciencia se ocupaba en la espera de alguien que distribuya su peso sobre su asiento por aunque sea, unos momentos.

Y con el pasar de los años, de las generaciones, de las gestiones y las idas y vueltas de la economía, ella seguía ahí, tan roja como siempre, fiel a su misión, contenta de la espera y ansiosa por sentirse útil, y sin embargo, nunca nadie la mencionó en una conversación, ni en un informe, ni la tomó en cuenta para una decisión importante, ni siquiera le preguntaron cómo estaba, hasta que claro, la empresa fundió, los empleados no fueron más, y el edificio fue abandonado porque ya nadie quería comprarlo.

La silla roja quedó ahí, jugando con el polvo, recibiendo los rayos del sol que entraban por una de las hendijas que dejaban las maderas que tapaban las ventanas, que cada tanto eran interrumpidos intermitentemente por los transeúntes que pasaban por la vereda, y con los que la silla roja mataba el tiempo, imaginando qué peso tendrían, y si eran guardias, pasantes, empleados, jefes o gerentes, porque eran los únicos tipos de personas que había visto en su maravillosa existencia.

miércoles, 5 de agosto de 2015

El Calor Después del Calor

Resulta que estaba por empezar a escribir de otra cosa, y ya tenía la idea masomenos cocinada, cuando una mañana me levanté totalmente transpirado, tapado por las sábanas y frazadas que suelo usar a fines de agosto/principios de septiembre y me dije "Alguien se olvidó la estufa prendida", y sí, definitivamente alguien se la olvidó, pero en alguna galaxia cercana y nos vino todo el calor de golpe.

¿Quién se robó la primavera? Salimos del invierno para entrar en un verano que nos pegó duro, y seguramente vuelva a haber días de frío, pero el placard se vuelve loco, tiene miedo y no sabe ya si al despertar mañana vamos a ir al cajón de las medias o al de las sungas (porque es obvio que todos guardamos las sungas que SÍ usamos en un cajón especialmente reservado para ellas), o si saquearemos el área de camperas.

Mucho culpan al calentamiento global, otros a los dinosaurios, algunos empiezan a creer que el infierno se acerca y se aleja de la superficie generando o echando atrás la ola de calor, pero ¿cómo podemos realmente saber lo que pasa?

¿Qué pasaría si sólo viviéramos en verano?

Las empresas de aires acondicionados romperían las ventas, pero el consumo eléctrico aumentaría considerablemente, ya que el calor por lo general se produce con gas (si, ya se que existen generadores de calor eléctricos, pero no me jodan), y el frío con electricidad, mucha electricidad.

Entonces, es probable que haya que instalar más centrales eléctricas para soportar este consumo, y muchas se fundirán. Explotarán e incendiarán con fuego eléctrico los campos, que derivarán en incendios forestales casi imposibles de controlar, puesto que los focos estarían muy dispersos y los cuerpos de bomberos no darían a basto para apagarlos a todos a la vez.

Luego, el fuego llegará a las casas, obligando a la gente a escapar y huir hacia lugares del campo a los que el fuego no ha llegado aún, esperando que lo haga de un momento a otro. La tierra se convertirá en llamas, los océanos se evaporarán debido a las temperaturas altísimas producidas por el fuego que, para ese entonces habrá eliminado al 99% de la población y de los seres vivos.

El vapor de agua llegará a la atmósfera, limpiando el humo negro que se había concentrado por la quema del mundo, volviéndose una toda nube blanca, que explotará en lluvia, apagará el fuego y llenará al mundo de agua nuevamente, pero esta vez cubrirá una superficie mayor al 95%, dando lugar a una nueva etapa terreste con vida acuática.

Si se lo están preguntando: Sí, el planeta está conspirando para matarnos.

Si también se lo están preguntando: Sí, los delfines son muy inteligentes y están planeando todo esto.

Y por sí también se lo están preguntando: Sí, no tengo idea de qué estamos hablando.

¡Feliz primavera cálida para todos!

viernes, 17 de julio de 2015

Tercer Manifiesto del Abismo

LA MUERTE DEL ABISMO

Como bien sabemos, hemos estudiado y aprehendido, todo tiene un final. Todo en este universo, tiene fecha de caducidad, y el abismo, claro, no es una excepción. Aunque por su egocentrismo puede llegar a creerse inmortal, el abismo bien sabe que sus días están contados, como marcas en una pared, o como pétalos de un rubí.

Es así, entonces, que el abismo se funde en sí mismo, implosiona, haciéndose cada vez más chico, desarmando su supernova, volviendo inversa la gravedad, rebobinándose. Por él transitan las venas, los colores, las infusiones de sangre hervida que él mismo había generado, acortándose, desencintándose, helándose.

Vuelto una canica, se estanca, mira a su alrededor y prepara su muerte, aún creyéndose inmortal, como hasta hace pocos instantes, antes que todo comenzara.

Al inmolarse, corren por el espacio la luz y el sonido, alentándose, alcanzándose, relampagueando y extinguiéndose, junto con todo alrededor.

LA NADA

Una vez extinto, todo no existe. La luz se tragó todos los colores, y al desaparecer, escaparon con ellos todo lo recordable, lo existente.

No quedan ni pequeñas partículas, ni luces, ni ondas.

El fin. Gracias por todo.

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EL NACIMIENTO DEL ABISMO

Como bien sabemos, la existencia es cíclica. Pero, ¿cómo podría formarse algo a partir de nada? Este, uno de los hechos de más intriga milenaria de la humanidad, tiene su explicación en base al egocentrismo mencionado en La Muerte. Es tanta la energía emanada por su no-existencia, y tanta su furia por no ser parte del universo, que vuelve a crearse desde cero a sí mismo, en una explosión magnífica, repleta de colores, de árboles, de soles, de radiación y de mitologías.

Es así como el abismo siempre existe, incluso cuando él mismo decide dejar de existir, manipulando su materialidad en el universo, imposibilitando su no-ser por pura necedad, irritándose frente a su propio vacío, proclamándose a sí mismo, inmortal.

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jueves, 9 de julio de 2015

Un Segundo Antes de Dormir

Un segundo antes de dormir, salvamos al mundo.

Cerrar los ojos, concentrarse, despejar la mente, relajarse, e intentar conciliar el sueño, es algo tan cotidiano para todos como pelar una papa (porque todos, alguna vez, pelamos una papa). Sin embargo, en este proceso cotidiano y necesario, aún para quienes duermen menos de la media recomendada por el 90% de los odontólogos, tiene en su summum una cualidad vital, que es cuando se detiene el tiempo y el cerebro, haciendo uso de su máximo potencial, nos hace indestructibles, inmortales, sabios.

En el momento JUSTO anterior a sumergirnos en el trance del sueño, se nos ocurren las mejores ideas: Poemas nunca antes escritos, canciones increíbles, ideas para salvar a la humanidad, inventos curiosos y simples que podrían hacernos millonarios, y miles de genialidades más.

Es en ese instante que nos jactamos de nuestro intelecto superior, y nos autonombramos genios salvadores de la humanidad y de los planetas lindantes: ¡Cómo no se me había ocurrido antes! ¡Sí! ¡Es la idea que estuve esperando todos estos años! ¡Al fin voy a dejar de robarle la comida al gato del vecino y voy a poder tener mis ingresos!

Obviamente, mientras perfeccionamos nuestro plan maestro que nos va a sacar de la clase media y nos catapultará directamente a una pileta de oro rellena de vino caro, y una cuenta bancaria aún más extraordinaria, vamos quedándonos dormidos sin darnos cuenta.

Ahí mismo, entramos en una especie de coma, en el cual podemos pensar pero no podemos movernos. Entonces, divagamos un poco más, damos detalles, imaginamos la fama, la rozamos con el pensamiento, intentamos soñarla aún despiertos.

Y es justo en el instante donde todo está resuelto, donde los engranajes giran, los patitos se ponen en fila y el par jugadores no falta, al igual que los caramelos del frasco, que están toditos, es que nuestro intelecto superior de homo sapiens más evolucionado que el resto, pensamos en levantar nuestro cuerpo en trance y ANOTAR todas las ideas fantásticas y así, al otro día a primera hora, ponerlas en marcha y conseguir la gallina de los huevos de oro. Pero obviamente, optamos por confiar en nuestra memoria afectada por los años, las sustancias psicotrópicas o los tres kilos de mandarina que comimos al mediodía, porque la promo de la verdulería del barrio no nos dejó escapar, y así, confiados en que a la mañana vamos a tener conocimiento pleno de lo que acabamos de tramar, nos vamos a dormir.

Y al dormir, seguramente, nos borran la papelera de reciclaje donde guardamos con SEGURIDAD las mejores ideas, y nos despertamos con la mente en blanco, con un resabio de que anoche pasó algo entre nuestras neuronas, pero no podemos decir qué con seguridad, y la idea, una vez más se desvaneció.

Claro, mientras pensamos todo esto, el gato del vecino ya se comió toda su ración de comida, la verdulería no tiene más promociones y como si fuera poco, llegamos tarde al laburo, perdemos el presentismo, pero manteniendo el buen humor y el pensamiento placebo de "Tengo que empezar a anotar mis ideas" que impide que nos inmolemos en un supermercado suplicando un 2x1 en bifes angostos y 12 cuotas sin interés.