martes, 24 de noviembre de 2015

El Pinchazo

Sucede que, sentado en una silla del comedor, sintió un pinchazo en la pierna. Se rascó. Otro pinchazo aún peor lo sucedió, e hizo que mueva la pierna bruscamente, y que golpee con la pata de la silla.

Se levantó y miró el lugar de donde provenía el dolor, examinó y rastrilló la zona con una pincita de depilar, pero infructuosamente.

Fue al baño, se aplicó agua tibia, tocaba con la yema de sus dedos pero no había nada. Se afeitó a cero esa zona de la pierna, para ver mejor, pero no logró encontrar el elemento punzante. Desistió, el dolor ya se había ido.

En la oficina, días después, tomando un café, un dolor agudo le recorrió el antebrazo, haciendo que de una especie de espasmo involuntario haga una mini-lluvia de café en la inmaculada camisa de una de sus compañeras.

Nervioso, transpirado, corrió al baño, se arremangó y abrió sus ojos hasta el tope, buscando algún indicio de lastimadura, granito, espina, aguja, tenedor, o elemento punzante que fuera culpable del extraño dolor, pero nuevamente, en vano.

Con el pasar de los días, sintió exactamente lo mismo en varios momentos, pinchazos invisibles que le picaban de repente la planta del pie, la nuca, algún codo, el párpado, etcétera.

Una mañana como casi cualquier otra, se levantó de la cama un poco tarde, para variar, sintiendo un extraño dolor de cabeza, pero con sus enormes trasnochadas, no lo vio como algo fuera de lo común.

Al lavarse los dientes, y mientras su vista se iba adaptando a la luz que la invadía, se notó un horrible grano al lado de la nariz. Casi como un reflejo, y tentado por la punta blancuzca del forúnculo, unió

los dedos a su alrededor para exterminarlo, pero al apretar un poco, sintió un fuertísimo pinchazo en la cabeza que lo desequilibró.

Enojado por su ineficaz esfuerzo, se paró con seguridad frente al espejo, y apretó sin pensar, y al hacerlo, miles de punzantes microdolores lo invadieron.

En casi un segundo, su cuerpo floreció en cientos de granos que lo acapararon todo, desde el meñique del pie hasta lo más alto de la cabeza, provocando una tortura fugaz que lo dejó sin aliento, tirado en el

piso. Al incorporarse como pudo, con la poca fuerza que tenía, y un hilo de sangre que recorría desde el lugar de la apretada hasta el mentón, pudo descubrir una espina de color negro que salía a través del cráter que dejó el grano al reventar, una punta opaca y filosa.

Al intentar removerla de su cabeza, todos los cúmulos en toda la piel de su cuerpo empezaron a hacer erupción, y de cada una, acompañada de un chasquido de sangre y de pus, sucedía una espina que provenía desde adentro de su cuerpo, por la espalda, por toda la cabeza, el estómago, los brazos, las piernas, hasta que, entre jadeos y gritos desesperados, surgieron las de las plantas de los pies, que provocaron un desequilibrio total a causa del dolor, con la posterior colisión entre su cabeza y el piso, provocando que las recién salidas espinas lo atraviesen de par en par.

No hay comentarios: