lunes, 30 de noviembre de 2015

Numerito

De los mejores inventos de la humanidad, podemos destacar aquel que nos permite llevar a cabo un trámite o resolver el orden de cualquier fila organizadamente: Los numeritos.

Cuando nos presentamos en el mostrador de entrada, una chica sonriente y exuberante extiende su mano otorgándonos un pequeño papel rectangular del que dependerá nuestro destino y del que no podremos separarnos hasta terminar el trámite.

Este pequeño papel, sirve como una especie de habeas corpus para viejas que se quieran colar delante de nosotros con tan solo mostrarle en su avejentado rostro que nuestro número es menor y que corresponde que nosotros, jóvenes e intrépidos, pasemos primero. 

Para un mayor regocijo, podríamos decirles que nos encantaría poder cederle el lugar, pero que el sistema de numeritos es inalterable y no podemos hacer nada.

Superadas las viejas, ahora sí, concentramos la atención en el número en sí: muchos prefieren tenerlo en la mano, mientras que otros lo guardan en el bolsillo, la cartera o la billetera.

Quienes lo tienen en la mano, por lo general comienzan a jugar casi sin querer, dañándolo y gastándolo sin darse cuenta, y al volver a mirarlo se desesperan porque ya no se lee nada. Haciéndose los simpáticos cuando les llega el turno, muestran sonrientes un bollito de papel arrugado e impresentable diciendo "juro que es el 36", y quien los atiende, resignado a que pase siempre lo mismo, les da el turno sin poner muchos peros.

Quienes por el contrario deciden guardarlo fuera de su vista, tienen otro tipo de sufrimiento: la sensación de que por arte de magia el numerito se evapore y desaparezca del bolsillo, dejándolos fuera de la fila, perdiendo el preciado tiempo que invirtieron haciéndola. Es así que cada aproximadamente quince segundos, se meten la mano en el bolsillo, lo palpan, lo miran y lo sacan para comprobar que sigue existiendo.

En ambos casos, y para sorpresa quizás de quienes afirman que somos una especie superior e inteligente, miramos y corroboramos el número para ver si no cambió, o para ver si por una de esas casualidades, cuando llaman al número 14, se están refiriendo a nosotros, desafortunados portadores del 36.

A pesar de que por lo general son números de dos dígitos como máximo, miramos y remiramos cada vez que mencionan un número cualquiera, como si no nos acordáramos, siendo esclavos de estos papelitos a quienes les encanta acaparar la atención.


Ahora, si se nos complica memorizar un número de dos dígitos, el peor de los karmas es cuando se utiliza el horrible sistema de números precedidos por una letra, que crean confusiones entre las O y los 0, y suicidios en masa, pero eso ya es otra historia.

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